Columna invitada

Ucrania: el regreso al equilibrio de poder

El problema es que, a falta de instituciones, ese balance depende de la habilidad de los líderes en turno. Por ejemplo, tras la derrota de Napoleón

Ucrania: el regreso al equilibrio de poder
Claudia Ruiz Massieu / Colaboradora / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

En relaciones internacionales, la teoría clásica del equilibrio de poder sostiene que un mecanismo esencial que estructura el orden global es la búsqueda que cada Estado hace para “equilibrar” a los demás. Así, se hacen y deshacen alianzas, se cambian lealtades, se va o no a la guerra con la consideración primordial de evitar que un país acumule un poder excesivo. Es un modelo en el que las normas resultan secundarias, igual que los valores: el pragmatismo se impone en nombre de la estabilidad.

El problema es que, a falta de instituciones, ese balance depende de la habilidad de los líderes en turno. Por ejemplo, tras la derrota de Napoleón, el Congreso de Viena creó una paz relativa de casi un siglo, gracias en buena medida al talentoso canciller austriaco Metternich. Pero ese mismo juego de alianzas, complejas y volátiles, estaría en el origen de la Gran Guerra de 1914.

Por ello, tras la Segunda Guerra Mundial emergió un sistema internacional multilateral basado en reglas, con Estados Unidos como su principal impulsor y garante. Este orden proporcionó certidumbre, estabilidad y predictibilidad a las relaciones entre países. El derecho internacional ofreció normas de aplicación general; asimismo, los Estados incorporaron principios éticos y valores compartidos, como la democracia o el respeto a los derechos fundamentales.

El segundo mandato de Trump anticipa un retorno al paradigma del equilibrio de poder. Washington considera que “el orden global de la posguerra –en palabras del secretario Marco Rubio– no sólo es obsoleto, sino también un arma utilizada contra EE. UU”. En esta visión, los intereses nacionales están por encima de cualquier compromiso internacional. EE. UU. renuncia al liderazgo de un sistema basado en reglas para maximizar su poder en un juego de suma cero.

La posición frente a la guerra en Ucrania es un ejemplo paradigmático de ese giro. No importa que Rusia invadiese ilegal e injustamente a Ucrania, ni tampoco que ésta sea una democracia emergente frente a un autoritarismo: lo que conviene en este momento a EE. UU. es un acuerdo de paz que evite un escalamiento, incluso a costa del territorio ucraniano y los principios estadounidenses.

Trump ha decidido alinearse con  Putin y exigir a Ucrania un acuerdo completamente transaccional: participar en los ingresos que generan sus recursos minerales como compensación por la asistencia militar prestada en los últimos años. En Naciones Unidas, se alineó con Rusia y países como Corea del Norte y Bielorrusia contra una resolución condenatoria de la invasión, dando la espalda a sus aliados globales y a sus socios europeos.

El cambio de paradigma entraña distintos riesgos. En un sistema definido por el balance de poder sería difícil construir y mantener alianzas estables y duraderas. No es casual que, históricamente, México haya sido un impulsor del multilateralismo institucional: no sólo por principios, sino por intereses. Dada la asimetría de poder, nos conviene, y hoy su defensa es un asunto de Estado.

No se trata de antagonizar a EE. UU., ni mucho menos de entregarse a alianzas con las autocracias. Debemos unir esfuerzos con países que comparten nuestra visión –como las democracias europeas– para defender el orden internacional vigente. Sobre todo, debemos respetar nuestros propios compromisos internacionales, si queremos tener la autoridad diplomática necesaria en esta batalla.

En un mundo gobernado por el equilibrio de poder, nuestro país –como Ucrania hoy– estaría irremediablemente expuesto a los cálculos políticos más inmediatos de las grandes potencias. No podemos permitirlo.

POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU

DIPUTADA FEDERAL POR MC

@RUIZMASSIEU

MAAZ

 

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