Columna invitada

Morena es sinónimo de corrupción

Un claro ejemplo de esta degradación es el caso de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), una institución creada para combatir la pobreza alimentaria en México

Morena es sinónimo de corrupción
Mariana Gómez del Campo / Colaboradora / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El reciente Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2024, publicado por Transparencia Internacional, ha dejado al descubierto una realidad muy preocupante para México: con una calificación de 26 sobre 100, el país ha caído al puesto 140 de 180 naciones evaluadas, el último de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y casi al nivel de Venezuela. Esta calificación, la más baja de su historia, es un grito de alerta que revela el descalabro de un compromiso presidencial.

López Obrador llegó al poder prometiendo erradicar la corrupción y transformar al país "como nunca antes", pero los resultados han sido un rotundo fracaso. La corrupción no solo persiste, sino que se ha reforzado, adaptándose con mayor astucia a las estructuras del poder.

Un claro ejemplo de esta degradación es el caso de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), una institución creada para combatir la pobreza alimentaria en México. Lo que se suponía una herramienta de apoyo a los sectores más vulnerables se ha visto empañado por una serie de escándalos de corrupción. Las investigaciones apuntan a un posible daño patrimonial de 9 mil 500 millones de pesos debido a contratos fraudulentos y desvío de recursos. Este tipo de fraudes no solo destapan el saqueo de los fondos destinados a los más necesitados, sino que revelan un sistema que sigue permitiendo que los recursos públicos se desvíen para el beneficio de unos pocos, mientras la población más vulnerable queda desprotegida.

Si Segalmex es una muestra de la corrupción institucional, los casos que involucran a los hijos del presidente son un reflejo de cómo las redes de poder dentro de la alta esfera política se mantienen intactas, a pesar de los discursos de moralidad. José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo Alfonso López Beltrán, hijos del presidente, han sido señalados en diversos escándalos que levantan serias dudas sobre la transparencia y la ética del gobierno.

El caso más destacado es el de la famosa "Casa Gris": una lujosa residencia en Houston, propiedad de un alto ejecutivo de Pemex, donde vivió José Ramón López Beltrán. La cercanía de esta propiedad con los intereses de una empresa vinculada a Pemex plantea interrogantes sobre los posibles conflictos de interés y la utilización de recursos públicos para fines privados. Estos casos demuestran que el círculo cercano al presidente también se beneficia de privilegios que contradicen la promesa de un gobierno sin corrupción.

La corrupción no se limita al ámbito federal. En el estado de Morelos, el exgobernador y actual diputado federal, Cuauhtémoc Blanco, es otro ejemplo emblemático de la impunidad que sigue reinando en México. Blanco enfrenta numerosas acusaciones, que van desde intentos de violación hasta vínculos con el narcotráfico y la corrupción gubernamental. A pesar de las investigaciones y las denuncias, sigue evadiendo la justicia, lo que pone en evidencia la fragilidad de nuestro sistema judicial y la prevalencia de la impunidad dentro de los altos círculos políticos.

Estos casos, entre otros, subrayan una realidad innegable: la corrupción no sólo sigue viva en México, sino que se ha sofisticado y adaptado a las nuevas estructuras del poder. La promesa de una transformación profunda y un gobierno honesto ha quedado en el papel, mientras la sociedad sigue siendo testigo de cómo las prácticas corruptas se perpetúan y se refinan en todos los niveles del gobierno.

La corrupción, en todas sus formas, continúa siendo el principal obstáculo para el desarrollo de México. La administración de López Obrador, quien llegó al poder con la promesa de un cambio radical, fue incapaz de frenar este flagelo, al contrario. Es hora de que la sociedad mexicana exija rendición de cuentas, transparencia y resultados tangibles. La lucha contra la corrupción no puede ser un discurso vacío; debe ser una acción concreta y sin concesiones. Solo así podremos aspirar a un futuro donde los recursos del país realmente beneficien a su gente, sin importar el poder o la cercanía con el gobierno de turno.

POR MARIANA GÓMEZ DEL CAMPO

Secretaria de Asuntos Internacionales del Comité Ejecutivo Nacional del PAN y Presidenta de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA).

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