Si de alguna forma pudiera definirse el periodo que viene en las relaciones entre Estados Unidos y México, tal vez valdría la pena utilizar el ejemplo, describirlo como uno de incesantes, demandas y estándares cada vez más altos como parte de las condiciones del gobierno de Donald Trump para olvidar, así sea parcialmente, la imposición de tarifas arancelarias a productos fabricados en México.
Trump espera usar una y otra vez el arma arancelaria para limitar las opciones de Canadá y México, dos países que han mantenido hasta ahora una posición de relativa independencia.
Pero en la era de Trump, eso tal vez ya no sea posible: el gobierno estadounidense nuevo estilo espera su colaboración abierta y sin ambages en temas de interés para la seguridad nacional estadounidense, como migración, tráfico de drogas o comercio, para el caso. Y en otros temas, si fuera necesario.
El modelo de negociación no es nuevo para Trump, que lo ha usado con eficiencia en su carrera, como empresario privado, y que ahora espera doblegar a canadienses y mexicanos en base a ese tipo de golpes.
México y Canadá, ciertamente, no son los únicos países afectados por el estilo de negociación "manita de puerco“ de Trump, como pueden atestiguar Colombia, que sufrió el primer golpe, y su presidente Gustavo Petro el embarazo de dar marcha atrás en cuestión de horas al oponerse a la forma en que Trump expulsó a indocumentados colombianos.
Pero eso sirvió como disparo de advertencia. Trump cree que tiene la fuerza suficiente para doblegar cualquier resistencia, y eso parece particularmente cierto, en el caso de sus socios comerciales más cercanos, cómo México y Canadá, pero puede ser también de las naciones europeas. Aparte, en lo que se llama el estilo transaccional de Trump, pueden plantearse salidas decorosas, o por lo menos que permitan salvar la cara, a los países que acepten las condiciones.
Pero sobre todo, busca concesiones y nuevas ventajas para su país, aunque implique dejarlo en desventaja. Puede deportar migrantes, pero su economía los necesita...
Usar los aranceles comerciales como arma, que no argumento, para "convencer" a otras naciones de cambiar sus puntos de vista o sus políticas puede parecer fuerte y ciertamente lo es. Pero obligarlas a caminar bajo las "horcas caudinas" de la humillación no es exactamente una sabia política exterior. Funciona en el corto plazo, y tal vez eso sea lo que interesa a Trump, pero en el largo término suele ser contraproducente, aún para potencias hegemónicas.
Cierto, ni siquiera Trump espera lograr todo, pero si gran parte, de lo que busca negociar, aunque probablemente empujará tanto como pueda. De hecho, la misma situación es evidente en sus iniciativas domésticas, donde sus ambiciones son temperadas por las leyes.
El problema real para sus socios comerciales externos, y muy en concreto para México, es como negociar con un personaje que nunca tiene suficiente.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
MAAZ