Luego de lo ocurrido con Colombia, tras el tour de force que intentó el presidente Petro en uno de sus arrebatos de éxtasis, ningún país debe tomarse a la ligera las amenazas del presidente Trump. En menos de 24 horas, el presidente colombiano dobló las manos sin que el gobierno norteamericano haya modificado las restricciones de viaje y de negocios a los colombianos.
El gobierno de los Estados Unidos ha alineado su política exterior para proteger sus intereses. Por lo pronto, Trump presiona con aranceles y altos costos económicos a los países que se resistan a recibir deportados; pero no hay duda que, si fuera necesario, está dispuesto a modificar los tratados comerciales y a entablar una guerra comercial para imponer sus condiciones en la región y en el mundo.
México enfrenta un desafío más complejo que otras naciones, compartimos una frontera de 3,152 kilómetros y nuestra economía está absolutamente vinculada; el mercado norteamericano absorbe cerca del 83% de las exportaciones mexicanas y cada minuto comerciamos cerca de un millón de dólares con nuestro vecino del norte.
Hasta ahora, la respuesta del gobierno ha sido pasiva y reactiva. Hemos pasado de la negación del riesgo, suponiendo que "no pasa nada", a dilatar acciones sustantivas con el muy mexicano "vamos a ver que pasa". Sin embargo, en pocos días el futuro nos alcanzó y hoy enfrentamos la agenda de amenazas cumplidas, comenzando con las deportaciones masivas y la declaración genérica de los carteles mexicanos como organizaciones terroristas.
En una lucha de protagonismos, algunos personeros del gobierno brillan por su ausencia, como el embajador de nuestro país en Estados Unidos y el líder del Senado; otros, como el coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, compiten por la declaración más estridente y anuncian iniciativas de ley para prevenir la intervención extranjera.
El gobierno mexicano está obligado a poner orden y a realizar un replanteamiento estratégico de la relación bilateral. Esta es la tarea más importante y la responsabilidad más delicada que enfrenta la presidenta en los primeros días de su sexenio.
La realidad cambió drásticamente, lo que hace obligado el cambio de prioridades y la adecuación de la política exterior al entorno actual, no hacerlo o postergarlo, expone seriamente los intereses superiores del país y las metas del gobierno. No hay que olvidar que la conducción de la política exterior es una atribución constitucional exclusiva de la titular del Poder Ejecutivo.
Hay tareas inmediatas e impostergables: alinear los esfuerzos del gabinete de política exterior, terminar con la confusión en Migración y proteger a nuestros paisanos, desactivar la provocación y el protagonismo de los legisladores de Morena; respaldar con presupuesto de los gobiernos de los estados para atender a los deportados, apoyar a los empresarios en sus gestiones para defenderse de los aranceles, modificar la estrategia de seguridad para garantizar el combate al crimen organizado, y convocar a todas las fuerzas políticas para luchar juntos por el interés superior de nuestro país.
POR MARCO ADAME CASTILLO
Analista y Consultor Político
EEZ