Cuerpo y Alma

No es de Dios

Ella pone el ejemplo; él, también. Donald Trump es un hombre reivindicador de la masculinidad heteronormada, patriarcal, capitalista; un héroe ventajoso y aventajado del destino manifiesto

No es de Dios
María Elena Esparza Guevara / Cuerpo y Alma / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Ella ofrece un sermón. Él hace un esfuerzo casi infantil para exagerar su incomodidad, su molestia y sus oídos sordos. Me atrevo a afirmar que lo actúa para no defraudar a sus seguidores, atentos a cada gesto del líder para alimentar su lado más tribal. O a lo mejor sí es así de malo. Ha creado un personaje digno del Hollywood que arde en llamas simbólicas. 

Ella pone el ejemplo; él, también. Donald Trump es un hombre reivindicador de la masculinidad heteronormada, patriarcal, capitalista; un héroe ventajoso y aventajado del destino manifiesto. Mariann Edgar Budde es una mujer representativa de tantas luchas que combaten a figuras como el primer Presidente convicto de Estados Unidos.

La Obispa, ciclista y defensora de los Derechos Humanos, rompió el techo de cristal:  en 2011 se convirtió en la primera mujer en servir como líder espiritual de la Diócesis Episcopal de Washington. Y el martes pasado el mundo entero conoció su nombre cuando habló en nombre de otras, otros y otres.

Durante el servicio de oración al día siguiente de la investidura presidencial, llamó a Trump a tener misericordia “de la gente de nuestro país que ahora está asustada”, especialmente las personas migrantes, temerosas de ser separadas de sus familias, y las pertenecientes a la comunidad LGBTQA+.

Un día antes, el magnate capaz de embolsarse 40 mil millones de dólares de la noche a la mañana con su propio memecoin —no es Black Mirror, es la volátil realidad— había presentado su Orden sobre Género como una medida destinada a proteger a las mujeres de la ideología en esa materia. Ya llegó por quién llorábamos: un hombre que nos salvará del feminismo. ¡Para llorar!

La Obispa pidió piedad, pero al Presidente le pareció aburrido, según declaró a medios cuando regresó a la Casa Blanca. Por lo visto, le divierte más acabar con las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión. Esto, hoy, sí que amerita el adjetivo de líder bananero.

No hay autoridad divina en el discurso de odio de Trump. El conservadurismo, paradójica y lamentablemente para quienes profesan esa ideología, también propaga conciencia sobre el alejamiento de nuestra esencia: la humanidad. Con su discurso de odio provocará oleadas de amor. Ahí estaremos.

POR MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA
@MAELENAESPARZA

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