Columna Invitada

Donald Trump: la geopolítica del lenguaje

La semántica histórica o historia de los conceptos es una forma de hacer historia. Existen formas de hacer historia, es decir, perspectivas teórico-metodológicas aplicadas a realidades sociales

Donald Trump: la geopolítica del lenguaje
Foto: El Heraldo de México

La semántica histórica o historia de los conceptos es una forma de hacer historia. Existen formas de hacer historia, es decir, perspectivas teórico-metodológicas aplicadas a realidades sociales. El tiempo es un concepto matemático que cruza a la historia científica. Hablamos de historia científica, no de inútiles efemérides escolares. La historia científica está vinculada a las matemáticas y a la física.

Para entender las decisiones políticas de Donald Trump en su segundo periodo de gobierno, necesitamos dialogar con la historia científica en tiempo presente. Si el conocimiento histórico no se aplica en tiempo presente, entonces no sirve. La plataforma política de Donald Trump se abraza a una idea de la historia.

La coyuntura política actual nos demuestra la importancia de la historia y la pésima enseñanza de la historia en las secundarias de México. La enseñanza de una historia patria fútil y mitotera, de tijeras y engrudo, cancela el análisis, la politización y la movilización de las ideas. En el entramado social mexicano se habla de Trump desde la indignación, pero no se apela a la deconstrucción desde el uso de estructuras intelectuales. El entendimiento de Trump y su administración, exige el uso de la historia aplicada. La historia científica es pensamiento crítico que camina.

Saber historia no es memorizar fechas y datos. Saber historia no es repetir como débil mental la primera versión que sobre los hechos aparezca en internet. Saber historia es diferenciar fuentes para su escritura. Saber historia es entender que no existe la historia sino las formas de hacer historia. Saber historia es comprender que existen fuentes primarias y fuentes secundarias. Saber historia es reconocer que la historia enseñada en las escuelas se llama oficial o patria, y que ésta nació en el siglo XIX porque las nuevas naciones necesitaban construir una identidad. La historia oficial es hoy, políticamente, improductiva. La enseñanza de la historia oficial en México es paralizantey degenerativa. Necesitamos de la historia aplicada.

En la enseñanza de la historia está la explicación al porqué de la incapacidad social mexicana para identificar problemas y analizarlos. No hay pensamiento crítico entre los mexicanos, porque la educación histórica que se gestiona en las secundarias es maniquea, superficial, enumerativa ymemorística. Profesores que dejan trabajos a sus alumnos y son incapacesde enseñarles a citar las fuentes de dónde sale la información que utilizan. Loshistoriadores deben impartir la materia de historia.

La deficiente enseñanza de la historia en México explica la incapacidad del colectivo para identificar problemas sociales. Luego hay que analizarlos, interpretarlos.

En Donald Trump hay muchos problemas interpretativos. Uno tiene que ver con la idea de la historia a la que se abraza el nuevo presidente de los Estados Unidos; otro guarda relación con la semántica histórica, es decir, con el signo lingüístico.

La nueva administración estadounidense de Donald Trump se vincula a una idea de la historia -pienso en el libro de George Collingwood-. El 20 de enero del 2025, al firmar la orden ejecutiva para cambiar el nombre del Golfo de México por el Golfo de América, Trump se posicionó desde la contrahistoria y no desde la historia oficial.

México apela a la historia oficial para defender su derecho a mantener el nombre de Golfo de México, mientras que los Estados Unidos de Donald Trump están revirando el asunto desde la contrahistoria, es decir, desde la disrupción, la deconstrucción, la demolición. La visión histórica de la administración de Donald Trump es dinámica, interdisciplinar, social y evidentemente, contra histórica. La de México es patria.

Los países del primer mundo incorporan una idea científica de la historia a su praxis política cotidiana y se deslindan de la oficial o patria, porque entienden que la mundialización de las economías y las dinámicas de bloques-regiones exigen otra idea de la historia. En México seguimos discutiendo si Benito Juárez fue el mejor presidente de México. La visión de México sobre la historia también explica el atraso de nuestro país. Ser de primer mundo no se agota en la tecnología, guarda relación con fenómenos epistemológicos tan interesantes como la enseñanza de la historia.

El primer mundo se explica también, en la enseñanza de la historia y en la idea de la historia que implementanlos gobiernos en su política exterior. La visión histórica de los Estados Unidos es científica, mientras que la de México es oficial o patria. Trump hace geopolítica del lenguaje y Sheinbaum se remonta a la época colonial para defender la soberanía nacional. No sólo son dos proyectos de nación diferentes, sino dos ideas de la historia opuestas: una dinámica y efectiva, la otra obsoleta y mitotera. Donald Trump construye geopolítica del lenguaje.

El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica entiende que el poder se teje desde el lenguaje, desde los conceptos. El lenguaje se compone de tres elementos: palabras, símbolos y conceptos. Efectivamente, el ejercicio del poder tiene que ver con la lingüística, con el mundo de las letras. Wittgenstein afirmó: “los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”. Y pensar que, en México, un país jodidamente tercermundista, se siguen alimentando discusiones improductivas como aquellas relacionadas con la relevancia de las ciencias sociales y las humanidades. Mientras Estados Unidos nos hace añicos usando a la historia y a la lingüística, nosotros, los mexicanos, seguimos pensando que la historia no importa.

Hay un campo de la historia científica que se llama semántica histórica o historia de los conceptos. Para entender la geopolítica de Trump cuando habla de cambiar el nombre del Golfo de México por el Golfo de América, necesitamos acercarnos a la semántica historia o historia de los conceptos. Lean a Gadamer y a Koselleck.

Existe un libro de Edmundo O Gorman que en español se conoce como La Invención de América. El historiador mexicano plantea que los europeos-españoles que “descubrieron América” en 1492, inventaron, desde el lenguaje, una realidad, y se apropiaron de todo lo que cohabitaba en ella. Lo que no se nombra no existe. Donald Trump está haciendo exactamente lo mismo que los españoles hacen más de 500 años. Hablo de historia científica, no de efemérides escolares.

En México sigamos pensando que la historia no importa, que la filosofía no sirve, que la lingüística no genera dinero. Los Estados Unidos de Donald Trump muestran las falencias formativas de los mexicanos y exhiben las fragilidades del sistema educativo mexicano. Entrar al primer mundo no se trata sólo de traer armadoras de autos y de ingenieros capacitados en Japón. En el primer mundo la historia científica construye poder. Observen cómo los Estados Unidos utilizan a las ciencias sociales y a las humanidades, para hacernos trizas sin necesidad de la fuerza militar.

Donald Trump controla desde el lenguaje. Al nombrar las cosas se apropia de ellas. Fabrica realidades usando a la contrahistoria y a la lingüística. Es la invisibilización de México desde el lenguaje. ¿Qué sigue?La explotación de los recursos naturales en el Golfo de América. Con el nacimiento del Golfo de América, se legitiman los patrullajes, las operaciones militares en la zona, es decir, el control total de los Estados Unidos. Donald Trump hace geopolítica del lenguaje. El lenguaje es poder.

Luis Omar Montoya Arias

E-mail: montoyaariasluisomar@gmail.com

X: @LuisOmarMo1982

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