COLUMNA INVITADA

Ausencias inadmisibles

Cuestionemos, participemos y lejos de justificar o polarizar, atrevámonos a ser parte activa de la solución: nuestros hijos y su entorno, lo agradecerán

OPINIÓN

·
Ana Lilia Herrera Anzaldo / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México
Ana Lilia Herrera Anzaldo / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

La noticia alcanzó la primera plana de un diario de circulación nacional y no era para menos: en los últimos tres años, 310 mil 115 estudiantes abandonaron la educación primaria en escuelas públicas; información oficial que no tardó en ser minimizada y hasta desmentida, como si se tratara de un ataque al sistema y no a los derechos fundamentales de la infancia en México.

¿A dónde se fueron? La nota periodística explicaba que 116 mil menores emigraron a escuelas particulares, en tanto que 193 mil 791, simplemente abandonaron las aulas. Los primeros, se dijo, por la desconfianza que genera el nuevo modelo educativo de la SEP y ¿los segundos? No hay tales, lo que sucede es que ha disminuido la población de niñas y niños entre 6 y 11 años, se justificó desde el gobierno.

La realidad, explicó Daniel Hernández, especialista en temas educativos del Tecnológico de Monterrey, es que, por la dinámica demográfica, efectivamente hay menos niñas y niños entre 6 y 11 años que hace una década. Sin embargo, el porcentaje de menores de estas edades que asisten a la escuela primaria pasó de una constante anual de 98.6 por ciento a 95.5 por ciento lo que, en datos acumulados, suma 375 mil estudiantes menos en los últimos tres años.

Para quienes somos madres y padres, enviar a nuestros hijos a la escuela es quizá la mayor inversión y la única herencia que podremos dejarles: para tener herramientas con las cuales enfrentar su futuro, desarrollar el potencial que tienen como personas y alcanzar un mejor nivel de vida del que pudimos otorgarles.

Aún estamos lejos de lograrlo. Un análisis del Centro de Estudios Espinosa Yglesias sobre la movilidad educativa en la capital del país, revela que “el 43 por ciento de los hijos de padres con el menor nivel de escolaridad permanecen en ese estrato y solo 6 por ciento alcanzan el más alto”.

Más que incomodidad y evasivas, datos como el aumento en la deserción escolar deberían provocar análisis de las políticas educativas por regiones y estados, para saber qué se está haciendo bien y dónde es necesario corregir o mejorar, para que el derecho a la educación sea una realidad y no decretos que se quedan en catálogos de buenos deseos.

Es momento de reflexionar y actuar colectivamente, para garantizar el acceso a este derecho-llave que es la educación, no solo desde la primaria, sino desde los primeros años de vida, pues en México sólo tienen acceso a la educación inicial, 7 de cada 100 niñas y niños menores de tres años y, en el caso de nivel preescolar, la cobertura solo incluye a una tercera parte del universo que debería abarcar, pese a ser obligatoria en la ley desde hace dos décadas.

Regresando al caso de la educación primaria, valdría la pena replantearse si las becas universales son la mejor solución, cuando podrían centrarse en las y los alumnos de menores recursos; cómo acelerar el paso para traer de vuelta escuelas de tiempo completo que, al otorgar alimentación, también influyen en la permanencia y el desempeño del alumnado de escasos recursos en las aulas; replantear la disminución y operación de los recursos para la infraestructura educativa que, según datos de la propia SEP, está lejos de cumplir con las necesidades mínimas, pues cuatro de cada 10 centros educativos, carecen de servicios tan básicos como agua potable, sanitarios o electricidad y ya ni hablar de servicios de internet o de computadoras, que parecieran un lujo reservado a las instituciones privadas.

El otro pilar fundamental de nuestro sistema educativo son las maestras y maestros. ¿Por qué si la Constitución establece que tienen derecho a un sistema integral de formación y capacitación, no hay recursos suficientes para otorgárselos? ¿Por qué en pleno siglo XXI las cargas administrativas continúan siendo tan engorrosas como improductivas?

Las ventanas de oportunidad son enormes y no hay mejor cimiento para una persona y una nación, que tener una educación pública, gratuita y de calidad. No resignarnos a que uno, cien o miles abandonen la escuela, es tarea del gobierno, pero también de un pueblo que aspire a ser libre en el más amplio sentido de la palabra. Cuestionemos, participemos y lejos de justificar o polarizar, atrevámonos a ser parte activa de la solución: nuestros hijos y su entorno, lo agradecerán.

POR ANA LILIA HERRERA ANZALDO

@ANALILIAHERRERA

POLÍTICA Y ACTIVISTA POR LOS DERECHOS HUMANOS

EEZ