Columna Invitada

Trump y la amenaza a las personas no binarias

Judith Butler, una de las principales teóricas de género estadounidenses, sostiene que el género no es una categoría fija o natural, sino una construcción social que se mantiene a través de normas culturales y políticas

Trump y la amenaza a las personas no binarias
Itziar Gómez / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

El reciente discurso inaugural del presidente Donald Trump, en el que declaró que su administración reconocerá "sólo dos géneros: masculino y femenino", no solo es un retroceso monumental en el avance de los derechos humanos, sino una amenaza directa al reconocimiento y la dignidad de las personas no binarias. Esta postura borra de un plumazo a quienes viven y se identifican fuera de los límites rígidos del binarismo de género.

Judith Butler, una de las principales teóricas de género estadounidenses, sostiene que el género no es una categoría fija o natural, sino una construcción social que se mantiene a través de normas culturales y políticas. En su obra El género en disputa, Butler señala que este tipo de discursos refuerzan estructuras opresivas que buscan disciplinar los cuerpos y controlar las identidades para perpetuar sistemas de poder. La insistencia en el binarismo de género no es inocente; responde a un proyecto político que necesita de estas categorías rígidas para sostener jerarquías y excluir a quienes desafían el orden establecido.

Las identidades no binarias no son una moda, como algunos insisten en argumentar. Son una realidad histórica y cultural que trasciende fronteras, contextos y épocas. Civilizaciones como los hijras en la India y comunidades indígenas de América del Norte, por nombrar algunos ejemplos, han reconocido la diversidad de género como parte de su tejido social. El intento de reducir la identidad de género a dos categorías no solo va en contra del 1.2 millones de personas que se identifican como no binarias en Estados Unidos, de acuerdo con el Williams Institute, sino que ignora la riqueza y complejidad de la experiencia humana.

Sin embargo, como señala Butler, esta política de exclusión no solo afecta a las personas no binarias, sino que revela cómo el género se utiliza para disciplinar nuestras formas de existencia. Limitar las categorías reconocidas de género no solo borra identidades, sino que también refuerza un sistema de vigilancia que afecta a todas las personas, incluidas aquellas que encajan dentro de estas categorías binarias. La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿a quién beneficia este control y por qué?

Cuando un líder mundial deslegitima a una población, las consecuencias van más allá del simbolismo. Las políticas públicas que podrían derivar de esta visión pondrían en riesgo derechos fundamentales: desde el acceso a documentos oficiales que reflejen la identidad de género, hasta la posibilidad de vivir sin discriminación en ámbitos como la salud, la educación o el trabajo. Además, esta narrativa alimenta una cultura de odio y exclusión. En un momento en el que los ataques hacia la comunidad LGBTQ+ han aumentado alarmantemente en todo el mundo, declaraciones como esta dan licencia para que sectores de la sociedad validen prejuicios y perpetúen la violencia.

Es crucial que, aunque este desafío no se esté llevando a cabo en nuestro país, como comunidad respondamos con unidad y visibilidad. Butler nos invita a desafiar estas normativas y a pensar el género como algo fluido, como una práctica diaria que no se define por imposiciones, sino por la libertad de ser. Al hacerlo, no solo defendemos a las personas no binarias, sino que también cuestionamos un sistema que limita la inclusión, el respeto, la diversidad y la libertad humana.

En un mundo que parece obsesionado con etiquetar, clasificar y reducir a las personas a categorías estrechas, la diversidad de género nos recuerda que somos mucho más que simples casillas en un formulario. La vida fuera de las normas hegemónicas tiene un valor intrínseco y crítico, porque nos muestra que existen formas infinitas de ser. Y ninguna administración puede borrar lo que somos: personas dignas de respeto y reconocimiento.

La historia nos ha demostrado que la resistencia al cambio es temporal, pero la verdad siempre prevalece. La identidad no es algo que se legisla o se borra de un plumazo; es algo que se vive. Y, como comunidad, seguiremos viviendo, luchando y construyendo un mundo donde todas las identidades y personas tengan cabida.

POR ITZIAR GÓMEZ JIMÉNEZ
DIRECTORA DE AGENCIA DE COMUNICACIÓN PLASMAR

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