La movilidad humana ha existido desde que existe la humanidad. Los primeros habitantes de la tierra fueron nómadas. Los pueblos se formaron a partir de las migraciones y el mestizaje entre los habitantes originarios y los que llegaban. La riqueza cultural y el desarrollo del mundo son producto de esa gran amalgama de razas, tradiciones, historias y características de quienes poblamos la tierra.
La desigualdad en el desarrollo, la pobreza y la inseguridad han propiciado que el derecho a la migración se haya tornado cada vez más en una necesidad, en innumerables ocasiones de manera irregular.
Nuestra vecindad con el país más desarrollado del mundo ha traído como consecuencia que la migración hacia el norte haya sido el escape a las condiciones de pobreza e inseguridad que hay en el nuestro. No solamente paisanos nuestros migran a EE. UU., por nuestro país transitan miles de seres humanos de prácticamente todas las regiones de la tierra.
La llegada de Donald Trump de vuelta a la Presidencia de los EE. UU. y su diatriba contra los migrantes ha prendido focos de alerta. Su discurso incendiario ha propiciado todo tipo de reacciones: cientos de migrantes pretendían pasar la frontera antes del 20 de enero, se prepararon albergues en los municipios fronterizos, y se organizaron esfuerzos de dependencias gubernamentales para atender a quienes puedan ser retornados.
Al respecto hay, y habrá, mucho que decir, y sobre todo que hacer, pero de nuestro lado debemos tener un equipo completo, preparado y entrenado para atender la situación. Esto implica algunas posiciones que considero de primera necesidad: el comisionado del Instituto Nacional de Migración, y el embajador de México en Washington.
¿Es Francisco Garduño comisionado del C? ¿O ya asumió Sergio Salomón, designado por la presidenta hace semanas? Esta posición es clave, ya que legal y operativamente es el INM la dependencia gubernamental que debe coordinar todas las acciones que tienen que ver con repatriaciones, deportaciones, traslados y custodia.
Y en el caso de la Embajada en EE. UU., la permanencia de Esteban Moctezuma parece ser adecuada, pero no ha habido una participación del embajador en las reuniones de coordinación que se han sostenido con los consulados, ni un gesto que denote la ratificación en su encargo.
La cuestión migratoria ha sido siempre tema clave en nuestra relación con el vecino del norte, lo será aún más durante los próximos años. Se impone una coordinación de esfuerzos que incluya a todos los actores gubernamentales y sociales, para enfrentarla con serenidad, respeto a los derechos humanos, cumplimiento de la ley, y búsqueda del mejor entendimiento.
No es necesaria la estridencia que entorpece el diálogo, ni la indiferencia que propicia el abuso. No se requiere la diatriba, ni tampoco la pasividad. Se impone una estrategia conjunta, diplomacia de altura, visión de largo alcance y espíritu solidario.
POR CECILIA ROMERO
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