Columna invitada

La estupidez…

La estupidez ha sido poco estudiada y lo que más hay son colecciones de aforismos, citas de escritores célebres y ensayos sobre lo estúpido que es todo lo que nos rodea

La estupidez…
Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Por ahí de los años noventa, pensaba que el siglo XXI sería impresionante… y lo es, pero por motivos distintos a los que imaginé: No vivimos en un mundo de coches voladores, sino en una distopía de memes, armas de destrucción masiva, y comida chatarra: un planeta saturado de marketing, dominado por corporaciones, noticias falsas, donde la inteligencia se extingue mientras la estupidez se multiplica.

Entre los sabios contemporáneos existió la disputa sobre qué enseña más, si la universidad o la vida, pero es extraño que no se hayan interesado por una tercera vía: la estupidez. Cierto es que, para aprender de la estupidez propia, antes hay que ser inteligente para saber que se es tonto, y aunque la inteligencia es un bien escaso y la estupidez abunda, el primer síntoma de la inteligencia es la estupidez. Parece un acertijo, pero hasta el propio Buda eligió al único discípulo que no le entendía para difundir su palabra entre los hombres: seres provistos de esa cualidad mágica y misteriosa, la estupidez.

La estupidez ha sido poco estudiada y lo que más hay son colecciones de aforismos, citas de escritores célebres y ensayos sobre lo estúpido que es todo lo que nos rodea: “El orgullo es un hada madrina que cumple todos los deseos del estúpido”; “estúpido no es quien no comprende algo, sino quien comprendiéndolo actúa como si no lo entendiera”. Sin ir más lejos, el ambiente actual en redes sociales revive esa sentencia de Balzac sobre la estupidez: “Vivir rodeado de placeres que son más brillantes que agradables, más codiciados que disfrutados, que producen más envidia en quien observa que satisfacción en quien los goza (…)”.

Hace uno días llegó la noticia de la reedición del libro “Allegro ma non troppo” del economista italiano Carlo Cipolla; tras investigar un poco, supe que este autor se atrevió a formular algunas leyes fundamentales de la estupidez. En resumen, apunta: “siempre se subestima el número de estúpidos que circulan por el mundo”; “personas racionales se revelan de repente como estúpidos de forma inesperada”; “la posibilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”; “un estúpido causa daño sin obtener beneficio o incluso perjudicándose; y, por último: “el estúpido es más peligroso que el malvado”.

En esta obra se cita un estudio de la Universidad de Turín que relaciona la estupidez con el progreso humano: “El comportamiento estúpido no es típico de un hombre, sino que probablemente es evolutivo, en la medida en que concierta el cerebro del individuo con lo que hace, garantizando su supervivencia cultural y por consiguiente física”.

En fin, en estos tiempos extraños, me siento obligado a concluir con el acertijo del escritor del Siglo de Oro español Baltasar Gracián: “En las cortes reina la ficción y para mentir se necesita inteligencia, entonces ¿por qué las cortes de la historia están pobladas con profusión por estúpidos?”.

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ
@DIEGOLGPN

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