El día tan esperado está a punto de llegar. Donald Trump, quien recientemente fue acusado de 34 cargos criminales y apenas sentenciado hace unos días en una corte federal de Nueva York, está a punto de convertirse en el presidente número 47 de Estados Unidos y el primero en ese país en tomar el cargo público más importante tras ser señalado como criminal.
El discurso ha sido amenazador en diversas áreas, no solo hablamos del migratorio y de las deportaciones masivas, sino también de economías y aranceles, de política y conflictos internacionales, de ceses al fuego, de nacionalismos recalcitrantes y un aislacionismo arriesgado y contradictorio en medio de la era de la conexión.
En estos días se ha dado a conocer que Trump esta finalizando ordenes ejecutivas relativas a migración, lo que nos puede adelantar un inicio agresivo en este tema.
Podemos vislumbrar mayor presencia de las autoridades migratorias en las grandes ciudades y medidas más estrictas en quien puede ingresar a ese país. Sin embargo, como lo ha dicho la ex Canciller, Claudia Ruiz Massieu, México tiene que ser muy inteligente en diferenciar las amenazas reales de las retóricas.
Si bien es cierto que se conducirá una política migratoria agresiva y restrictiva, también hay que decir que, por ejemplo, las tan mencionadas “deportaciones masivas”, en el papel, están lejos de ser, en efecto, masivas, pues no se tiene ni la infraestructura, ni el personal ni el dinero para mandar miles de vuelos de migración que de por si ya están saturados.
Además, recordemos que la realidad avanza y se mueve mucho más rápido que los discursos, podemos tener certeza de que el fenómeno migratorio, ajeno e independiente a la política, va a seguir sucediendo sin enterarse tal vez de quien está en el poder o sus ideas.
Incluso esta semana ya hemos visto los efectos de este cambio de administración aún cuando no se ha llevado a cabo, el acuerdo de cese al fuego entre Israel y Hamás no es casualidad que haya sido acordado para el domingo, un día antes del cambio de administración, lo que se traduce en un esfuerzo que incluso unió a republicanos y demócratas para lograr un fin común: un escenario estable y sin conflictos para una transición pacífica.
Mientras la noticia es que el acuerdo salvará miles de vidas y supone la liberación de decenas de rehenes, en Estados Unidos, ambos bandos peleaban por colgarse el mérito, lo que refleja que se trata de una carrera política más que de una defensa de la democracia y la paz.
Hay muchas incertidumbres respecto al 20 de enero, pero de lo que podemos estar seguros es que los Estados Unidos de América van a hacer un esfuerzo considerable por recuperar su liderazgo mundial en los próximos años.
POR: AZUL ETCHEVERRY
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