“Lo mejor es lo peor que se va a poner”, dijo el Ejecutivo federal. Y es verdad, ahora van por Norma Piña. En la cadena de venganzas y “resarcimientos” del régimen, ese es el eslabón que sigue. Mi triste pronóstico: la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Lucía Piña, no llegará al primero de octubre al frente de la SCJN.
El golpe más importante al poder Judicial ha sido dado. La reforma judicial fue aprobada de una manera burda, atroz. Pero viene más.
Desde el inicio de año, la 4t prepara un motín, un golpe interno, contra la cabeza del tribunal supremo. No se esperarán a que se implemente la reforma judicial, claro que no. En esta insurrección, Yasmín Esquivel Mossa jugará un papel fundamental. No es coincidencia que ha sido la más vociferante crítica de Piña Hernández. La ministra plagiaria enfila su inquina en contra de una “Norma” a la que nunca podrá alcanzar ni en conocimientos ni en honorabilidad.
La defraudadora quiere ser la nueva presidenta de ‘la Corte del Bienestar’; se presta a convertirse en el instrumento del presidente AMLO y del morenismo para cobrarse una venganza. No sorprende la embestida que Esquivel hizo contra la contrapropuesta de reforma que presentó el domingo la aún constitucionalista presidenta.
Muy en sintonía ha actuado con López Obrador quien ayer amenazó —sí, amenazó— a Piña (y de paso a todos los juristas que han tenido la decencia de no plegarse al dictador). “Yo les aconsejaría a la ministra Piña y al resto de los ministros que actúen con responsabilidad; es como el que está en un pantano, en arenas movedizas, siguen caminando y se siguen hundiendo", dijo el primer mandatario.
Esquivel quiere llegar a ser presidenta del Tribunal Supremo, aunque eso suponga terminar de condenar al país a la ignominia. Y a la eterna burla… Más nos vale irnos imaginando al gremio del Derecho teniendo como presidenta a quien en el fondo no es abogada; a una doble plagiaria de tesis. Una persona que utilizó la ley para amordazar a la UNAM y no permitir que dijera a la opinión pública lo que ya todos sabemos.
A Yasmín y a muchos del régimen obradorista, incapaces de verse en el espejo pues la vergüenza y la pena ajena los aniquilaría, les estorba Piña Hernández.
El golpe lo planeó el Ejecutivo federal y ha sido operado por quienes forman parte de la rama Judicial, lo cual incluye ir a placearse a diversos medios de comunicación para narrar torvamente una historia donde las ministras que se han vendido al autocrático régimen son las heroínas de la destrucción y del desamparo en el que van a enterrar a todos los mexicanos sin excepción. Las ministras Loretta Ortiz y Lenia Batres, afines al gobierno y militantes de Morena completan la triada. Ayer festejaron la aprobación de la reforma judicial en el Senado. ¿Cómo ven?
Yasmín Esquivel debiera preguntarse si sus sueños plagiarios le alcanzan para tener el céntimo de humildad de consultarlos con la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. Y a su vez, la primera mandataria en ciernes debiera consultar con la almohada si no está heredando ya demasiados infiernos como para aventarse este otro trompo a la uña y secundar en sus fechorías a las tres ministras espurias.
Espero, de verdad ruego, que la presidenta electa ya haya pensado a quién —y garantizado el cómo— va a poner como nueva presidenta (con A) o presidente (con E) del máximo tribunal. Es algo que, dado el nuevo modelo de Poder Judicial que Morena y aliados acaban de aprobar, le correspondería a Sheinbaum definir.
¿O sí se va a inclinar por defender a la mencionada doble plagiaria (junto con la llegada de Arturo Zaldívar a presidir el Tribunal de Disciplina Judicial)? ¿Claudia está lista para ponerle el último clavo al ataúd del Estado de derecho en este país?
Se prepara un golpe de Estado contra la presidenta de la SCJN. Dado que los morenistas ya no guardan ni las más mínimas formas espero que esto que escribo sea tan obvio para Sheinbaum como lo es para mí. Ella, la futura presidenta de nuestra nación, debe preguntarse: ¿qué es lo que beneficiaría más a su gobierno, pero sobre todo a México?
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
COLABORADORA
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MAAZ