Al licenciado Bartlett se le quema un pastizal y se quedan sin luz los yucatecos. Bueno, casi todos, no exageremos, pero eso sí: durante un buen rato. Hagan de cuenta que Luz y Fuerza del Centro hubiera regresado para adueñarse del país, un ejército de los muertos agremiado y popular.
El doctor está a punto de extraer un apéndice, o insertarle un corazón nuevo a la señora, y se le viene encima el techo, con su agua de lluvia. Ah, o hay apagón y termina de operar con la linternita del teléfono, porque al licenciado se le quemó otro pastizal, o porque una ardilla se comió el cable del subtransformador 66 de la subestación regional 15 de Santiago Tianguistenco, es un decir, o porque el liberalismo dejó un tiradero, no importa cuando leas esto. En otra clínica, mientras, ¡bum!: accidente en el elevador.
A mi Marx, voz del pueblo, paladín del magisterio, los libros de texto le salen tarde de la imprenta, y con sus problemillas de redacción, ortografía y rigor histórico.
La vacuna llega a enfrentar a cepas del COVID que ya no existen, tipo una Commodore 64 de la inmunidad, mientras que los respiradores diseñados por Conacyt se usan –insisto: es un suponer– para inflar globos en las fiestas infantiles, para que rinda la inversión sin matar a nadie.
El Tren Maya descarrila, en lo que era una apuesta segura, porque 1) ya unos de sus proveedores habían hecho chistes con eso; 2) los paninis llegaban congelados a las manos del cliente (también es un decir, porque no había clientes), lo que parece una minucia pero habla de ciertos problemillas operativos; y 3) ya se habían escabechado inútilmente no sé cuántos miles de árboles porque alguien metió la pata (“¿Neta las vías no iban por ahí, güey?”).
El pueblo bueno agarra el material generosamente dispuesto por la Transformación, construye un camino y el camino revienta.
Arman una farmaciototota para arreglar lo del desabasto y la farmaciototota atiende 44 casos por semana.
Inauguran 314 veces la refinería de Dos Bocas, aprovechando los días sin inundación, pero no hay un barril de gasolina.
Organizan una elección interna y acaban a chingadazos por el caos que la conduce, es un nuevo decir.
Se les pudren las vacunas y los antivirales en la bodega.
Y reparten medicina para los piojos contra el COVID.
Así que, supongo, queda claro por qué a nadie le causa sorpresa o escepticismo la noticia de que en el “Parque Ecológico” de Texcoco, inaugurado tres días antes, reviente un muro y se pierdan dos millones de metros cúbicos de agua, en un país, dicho sea de paso, que combina mágicamente la sequía con las inundaciones (como la de Chalco, de un mes), y en el que el agua huele y sabe a diesel sin que a la fecha alguien haya dado con una explicación.
¿Cómo se llamó la obra? “Ya cuando truene el muro de contención, ya va a ser otro pedo”.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
MAAZ