Columna invitada

Culiacanazo: Una misión para la Guardia

Se puede buscar la solución a este complejo fenómeno rascando en sus causas sociales o en los incentivos económicos detrás de sus actores

Culiacanazo: Una misión para la Guardia
Carlos Matienzo / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Otra vez Culiacán. Otra vez comandos armados y vehículos incendiados en las carreteras. Una vez más las balaceras, el caos y la sociedad secuestrada por el miedo. Han sido ya tres los culiacanazos. Y hace nueve años también fue Jalisco, donde un grupo armado derribó un helicóptero militar y luego aterrorizó a la capital. Es también el pan de cada día en los pequeños poblados del norte de Tamaulipas. O la nueva cotidianidad de la región serrana, al sur de Chiapas, donde cientos de pobladores han sido desplazados o reclutados forzosamente para combatir. Es Michoacán, donde durante la última semana, en la frontera con Jalisco, grupos criminales no sólo ya pelean con armas, sino también con blindados artesanales y drones equipados con explosivos.

¿Qué es este fenómeno al que no le sabemos poner nombre o explicación concreta? En palabras simples y llanas, estamos hablando de combatientes domésticos; grupos organizados con capacidad de ejercer la violencia a tal grado que le disputan, momentánea o prolongadamente, el control territorial al Estado mexicano. Criminales que ponen en riesgo los derechos más elementales de la población y la exponen a atrocidades que el Estado está obligado a evitar.

Se puede buscar la solución a este complejo fenómeno rascando en sus causas sociales o en los incentivos económicos detrás de sus actores, pero en esencia toda salida pasa por una necesidad material y obvia: que el Estado mexicano necesita recuperar su presencia territorial para restringir la actuación de esos grupos antagónicos. Esa presencia no sólo debe ser para ocupar el vacío que algunos gobiernos locales han dejado por falta de recursos o por complicidades, sino también debe servir para reaccionar de forma temprana y contundente ante situaciones de desestabilización como la de Culiacán. Vigilar y actuar.

Ahí está la razón de existir de la Guardia Nacional. Ahí los tuvimos que ver a ellos, principalmente, ayer. No sólo porque el Ejército y la Marina no tienen fundamento constitucional para ser quienes estén desplegados en todo el país, ni por el obvio riesgo de deterioro democrático que ha implicado su empoderamiento, sino porque estas instituciones no están diseñadas para esto; su razón principal es defendernos hacia afuera y su naturaleza operativa es cumplir con misiones puntuales, no permanentes. Por eso su actuación en propio territorio debe ser extraordinaria, en campañas específicas y con objetivos claros; en momentos en que el Estado decida que debe usar toda su fuerza de forma estratégica y no reactiva.

Tampoco los estados y municipios deben jugar el rol de control territorial, como algunos ilusamente sugieren. Si dejamos el combate contra las organizaciones armadas a los 32 estados, crearemos entonces 32 pequeños problemas de militarización policial y tendremos 32 corporaciones dispersas, cada una entendiendo como pueda su labor frente a un fenómeno que no conoce de jurisdicciones administrativas.

De ahí que la apuesta deba ser la solución intermedia. Una fuerza centralizada, con capacidad tanto para suplir policías como para combatir grupos armados. La Guardia Nacional como fuerza de vigilancia en zonas abandonadas y como fuerza de reacción estratégicamente desplegada en el país para responder a emergencias. Una corporación con inteligencia que desarticule proactivamente a los enemigos del Estado. Esa Guardia como fuerza de Defensa Interior de México a la que tantas vueltas le hemos dado.

En el debate que viene sobre su reforma, dejemos entonces atrás la simulación que la dibujó como una fuerza policial. No, no va a investigar asaltos a los Oxxos o robos de autos. Debe ser una fuerza para controlar el territorio y contener a quienes lo desestabilizan. Si se le quiere adscribir a la Sedena, que así sea; pero que se emancipe del Ejército para encontrar su propia misión y organizarse en torno a ella. De ahí que no se pueda obviar la discusión sobre el paso a una Sedena con mando civil y no militar.

Ojalá entonces, el siguiente culiacanazo, no nos encuentre igual de confundidos. Que hayamos puesto ya cada pieza en su lugar y discutido lo verdaderamente importante para esta nueva fuerza: su doctrina, su cultura organizacional, su entrenamiento, sus armas, sus vehículos, sus métodos operativos, sus tácticas y sus maniobras. Que los millones de pesos que se han invertido en la Guardia Nacional se reflejen en un país listo para gobernar todo su territorio.    

POR CARLOS MATIENZO

ESPECIALISTA EN SEGURIDAD NACIONAL Y DIRECTOR DE DATAINT

@CMATIENZO

MAAZ

 

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