Después de sobrevivir a un atentado, anunciar al senador de Ohio JD Vance como su compañero de fórmula, y reinar en la Convención Republicana en Milwaukee, Donald Trump aceleró el paso de su campaña para volver a la Casa Blanca. Conforme al guion prestablecido, elevó el tono de sus ataques y advertencias contra países aliados de Estados Unidos, incluyendo a los miembros europeos de la OTAN, México y los mexicanos, e incluso contra países como Taiwán, a quien acusa de haberle robado a Estados Unidos la producción de los semiconductores, el componente esencial de las tecnologías de vanguardia en el siglo XXI.
Las encuestas reflejaron una mayor popularidad de Trump, y un severo declive del que hasta ese momento era su contrincante, el presidente Biden. Los expertos se pronunciaron casi unánimemente: Trump vencerá en las elecciones de noviembre y volverá a la presidencia en enero del año próximo. Muchos analistas añadieron: la democracia está en riesgo. Volverá con un espíritu de venganza. No se frenará ante nada. Desde el primer día desmantelará al gobierno. Reemplazará al servicio civil con leales y fanáticos. Impondrá su agenda radical. Será una pesadilla.
Cuando Trump empezaba a tomar un tono de invencibilidad, ese viejo lobo de la política estadounidense que es Joe Biden, anunció que abandonaba su campaña para la reelección, y le daba todo su apoyo a Kamala Harris. De inmediato, el resto de los líderes demócratas también manifestaron su apoyo a la vicepresidenta. Más rápido de lo que se esperaba, Harris obtuvo el apoyo de suficientes delegados para asegurar su nominación en la convención de los demócratas en Chicago (19 al 22 de agosto).
Se transformó el horizonte de la política estadounidense. Ahora los expertos juzgan que la elección de Trump ya no es inevitable. Con una buena campaña, la vicepresidenta puede ganar las elecciones si recibe el apoyo de los grupos que no apoyan al expresidente, como las mujeres que luchan por sus derechos, los jóvenes, las minorías negra, hispana y asiática, y de los votantes blancos que tradicionalmente apoyan al partido demócrata. Kamala Harris podría derrotar a Trump si logra unir y movilizar en torno suyo a todas a las facciones del partido. Después de todo, nos dicen ahora los expertos, la pesadilla de Trump podría no hacerse realidad.
Trump quiere que la mayoría blanca reafirme su dominio económico, político y cultural de la sociedad estadounidense. Por eso desprecia, pero también teme a las minorías, sobre todo a la que más crece, la hispana. El soporte fundamental del movimiento MAGA (Make America Great Again), que ahora domina al Partido Republicano, son los votantes blancos que se sienten olvidados por las élites. Por lo mismo, Trump busca que las empresas que están saliendo de China se relocalicen solamente en su país. Sabe que, por razones de competitividad económica, eso es imposible, pero fiel a su estilo, va a presionarlas a ellas, y al gobierno mexicano, todo lo que pueda. Tenemos la defensa que proporciona el T-MEC, que el mismo Trump ha reconocido que es un buen tratado.
La verdadera pesadilla de Trump es que, en el año 2044, o antes, la aún mayoría blanca dejará de representar más del 50 por ciento de la población, y se convertirá en la minoría racial más numerosa, seguida de la hispana. De hecho, eso ya ocurrió en algunos de los estados más grandes, como California, Nueva York, Texas y Florida. El crecimiento de los hispanos en Estados Unidos es una tendencia demográfica estructural, que cada vez se reflejará más en el sistema electoral. Por esa razón, Trump se opone con vehemencia a la regularización de migrantes indocumentados, y su campaña se centra en la “crisis fronteriza y la invasión migrante.” Por eso, repite incesantemente que creará campos de concentración, ordenará redadas masivas de migrantes y cerrará la frontera con nuestro país.
Trump es un buleador consciente. Presiona, abusa, intimida, agrede, trata de someter a los que se atraviesan en su camino, sean empresarios, adversarios electorales o líderes de otros países. Ha escrito que valora a las personas que no se someten fácilmente: “La negociación es un juego, y necesitas ser fuerte y decidido. No respeto a los que ceden sin luchar”. “Me gusta probar la voluntad de las personas. Quiero ver cuánto aguantan y hasta dónde están dispuestas a llegar” (The Art of the Deal). “Respeto a los que no se doblan al primer signo de presión. Esas son las personas con las que quiero trabajar." (How to get rich). Para tratar con Trump hay que seguir sus recomendaciones. A veces, hay que fijarle límites, como recientemente lo hizo la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum.
La elección en Estados Unidos aún no está decidida. Hay que prepararse para el triunfo de Trump, o de Harris. Con confianza. Después de todo, pocos países en el mundo tienen tanta experiencia como México en sus tratos con los gobiernos de Estados Unidos.
POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY Y DIPLOMÁTICO DE CARRERA
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX
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