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En defensa de la transición

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En defensa de la transición
Fernando Rodríguez Doval / Politeia / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

La transición mexicana a la democracia no tiene buena prensa: nadie la defiende, muy pocos la reivindican. Se ha dejado que crezca esa narrativa, tan repetida por el actual gobierno, que asegura que el auténtico cambio ocurrió en julio de 2018: antes fueron puras componendas entre el PRI y el PAN (“el PRIAN”), que durante el período neoliberal se repartieron el poder y crearon instituciones para tal propósito.

La realidad, sin embargo, es muy distinta: la transición mexicana transformó un régimen tremendamente autoritario en una democracia ciertamente imperfecta, pero que permitió tres alternancias en el Poder Ejecutivo federal y que construyó instituciones muy importantes.

No hay un consenso entre los académicos acerca de cuándo empezó la transición mexicana a la democracia, tampoco de cuándo concluyó. Pero podemos hablar de una fecha clave: 1988. En ese año se llevaron a cabo unas elecciones presidenciales que verdaderamente fueron un parteaguas y que obligaron a los actores políticos del gobierno y de la oposición a implementar un conjunto de reformas económicas y políticas que iniciaron una democratización paulatina y gradual del viejo régimen. Uno de los primeros frutos de aquellas reformas fue el Instituto Federal Electoral, creado en 1989 y que alcanzó su plena autonomía y ciudadanización en 1996.

Diversas reformas electorales en aquellos años crearon también el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y permitieron por primera vez la elección popular y directa del Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. Como consecuencia de esos cambios, en 1997 el otrora partido hegemónico perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en 2000 se produjo la alternancia en el Ejecutivo federal.

En toda esa construcción democrática participaron personajes de muy diversas tendencias políticas. Por supuesto que no todo fue color de rosa. Pervivieron muchas de las instituciones y grupos de interés, y la lógica gradual del cambio impidió una ruptura profunda con el pasado, como quizá hubiera sido lo ideal. Pero a pesar de eso, México fue capaz de construir una democracia plena, con instituciones fuertes, con órganos constitucionales autónomos que garantizaban el ejercicio de derechos fundamentales, con libertades públicas inéditas. Todo ello hoy se encuentra amenazado.

Por eso es necesario defender y reivindicar la transición mexicana a la democracia como un período de tiempo en el que los actores políticos tuvieron la capacidad de dialogar y negociar cambios que hicieron de México un país mejor. Pensar que todo eso se tiene que destruir para sustituirlo de forma arrogante por la ocurrencia del día de quien se cree el primer hombre sobre la tierra, es algo absolutamente demencial.

POR FERNANDO RODRÍGUEZ DOVAL

POLITÓLOGO

@FERDOVAL

PAL

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