Columna Invitada

El costo de vivir: entre la inflación y la incertidumbre

Mientras casi la mitad de los mexicanos considera que están mejor ahora que antes de la pandemia, las perspectivas sobre el futuro del país son sombrías

El costo de vivir: entre la inflación y la incertidumbre
Fernando Álvarez Kuri / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

El más reciente monitor de costo de vida de Ipsos volvió a encender una alarma que, aunque no nos sorprende, nos incomoda: el costo de vivir está apretando cada vez más. En México, 69% de los entrevistados cree que la inflación seguirá aumentando el próximo año, y si bien este porcentaje parece frío en el papel, en el día a día se traduce en angustias que todos conocemos: hacer el súper, pagar servicios o mantener pequeños lujos sociales, se sienten cada vez más lejanos.

La mayoría de los mexicanos hoy en día viven ajustados. Sorprende que el 31% de los encuestados asegura que está relativamente cómodo con sus finanzas, pero esto no debería opacar el hecho de que otro 31% la está pasando mal y el resto vive al límite, apenas logrando cumplir con lo básico.

Lo que más llama la atención fue la aparente contradicción entre la percepción individual y la colectiva. Mientras casi la mitad de los mexicanos considera que están mejor ahora que antes de la pandemia, las perspectivas sobre el futuro del país son sombrías. Tal vez sea un reflejo de nuestra capacidad para encontrar luz en medio del caos o, más preocupante aún, un síntoma de resignación.

Las soluciones propuestas por los entrevistados también dibujan un panorama interesante: muchos preferirían una reducción de impuestos, aunque implique menos servicios públicos. Esto puede interpretarse como un grito de frustración más que una solución bien pensada.

La percepción de que los recursos públicos están mal administrados erosiona la confianza en las instituciones y nos lleva a buscar alternativas inmediatas, aunque estas puedan ser insostenibles a largo plazo. Por supuesto, la inflación no es solo un fenómeno local. Es un monstruo global alimentado por factores tan variados como la guerra en Europa, el aumento de las tasas de interés o las ganancias excesivas de los corporativos.

Pero, como bien señala este estudio, cada país vive este fenómeno de manera distinta. Mientras en México culpamos a las políticas internas y las dinámicas económicas globales, otros países, como Canadá o Gran Bretaña, apuntan hacia la inmigración.

El estudio deja una sensación de urgencia. No solo se trata del costo de los alimentos, la gasolina o los servicios, es la inquietante sensación de que el esfuerzo personal ya no es suficiente para mantenernos a flote.

Tal vez no podamos resolver el problema de la inflación desde nuestras casas, pero entender su complejidad puede ayudarnos a exigir políticas públicas más eficaces y a ser más conscientes de cómo nuestras decisiones personales y colectivas afectan el panorama general.

Al final, la pregunta no es solo por qué la vida cuesta más, sino qué podemos hacer para que el costo de vivir no nos arrebate el futuro.

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