Envío Diplomático

Una víspera cualquiera

Cuando los distintos componentes logran un balance, usualmente suceden temporadas, largas o cortas de bienestar y crecimiento de la humanidad

Una víspera cualquiera
David Nájera / Envío Diplomático / El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Las relaciones internacionales contemporáneas son la continuidad de una extensa línea argumental construida a partir de ascensos y caídas, guerras y pacificación, acuerdos firmados y después violados o mejorados, continuos procesos de expansión económica, desarrollo tecnológico y comercial que dan a su vez pasó a crisis financieras, desigualdad social e injusticias. La humanidad parece moverse en la historia alrededor de esos factores que constituyen el Poder y que se miden en función de ambición, egoísmo, aspiración y caridad. Cuando los distintos componentes logran un balance, usualmente suceden temporadas, largas o cortas de bienestar y crecimiento de la humanidad.

En este momento pareciera que nos encontramos al final de uno de esos ciclos de relativa tranquilidad y crecimiento y que una diversidad de desastres se avecina. En la historia encontramos numerosos ejemplos en los que las sociedades parecen darse cuenta con precisión del desastre por venir y, sin embargo, nada pueden o quieren hacer para evitarlo. Un ejemplo cercano es el verano de 1914, en donde las piezas para una gran guerra se fueron acomodando a los ojos de todos, tanto que poca sorpresa podía causar el inicio de las hostilidades.

Diversos autores muestran que ese verano fue la culminación de procesos con años de gestación; el enfrentamiento entre imperios, la llegada tarde de algunos como Alemania a la repartición del mundo, por ejemplo; o un decadente imperio austriaco que, sin embargo, en la multiplicidad étnica y lingüística de su composición bien podría ver sido en caso de paz, un antecedente práctico de la unidad europea. Pero algo en particular define ese momento y es el enfrentamiento personalizado de los distintos liderazgos, cada uno a su vez con fuertes contradicciones en la gobernabilidad de sus países y en el borde de retos económicos que no lograban resolver sin ahondar la desigualdad social.

Algo que en ese capítulo es evidente es cómo la debilidad institucional facilitó que las decisiones personales primaran, debilitando así el carácter y la voz social para expresar su desacuerdo y buscar alternativas. No sería ni fue esa la primera vez en que las crisis desencadenadas surgieron fundamentalmente de decisiones unipersonales.

Y ese, me temo, es crecientemente el caso en este fin de año. Una formación de líderes que se han encaramado a las instituciones y que encabezan a equipos de lealtad personal antes qué a leyes o valores, aunque les argumentan para justificar sus acciones.

Cuando uno lee acerca de los últimos días de Stalin y observa el terror a llamar incluso a los médicos para que revisen al anciano tirado en un diván, el terror de que se reponga y les castigue por osar despertarle o incluso dudar de su salud, paraliza a los más poderosos integrantes de su corte para siquiera tocarlo. La descripción que hace Montefiore de la primera auscultación médica al premier soviético, ilustra a una sociedad entera a la expensa del terror.

¿Parece descabellado citar la conducta hacia un tirano de esa escala en la realidad actual? Prudentemente, dejo al lector la tarea de buscar ejemplos contemporáneos en donde parece primar más la personalidad que la institución y la voluntad personal que los valores que han motivado el desarrollo de una nación; acaso, el peso mayor de intereses materiales de corto plazo por sobre tratados o incluso sobre la arquitectura de Naciones Unidas en las que el conjunto de las naciones existentes en 1945 decidieron dotarse para consolidar la paz, evitar el terror y recuperar al Mundo de sus heridas. Por cierto, posteriormente todo país que ha accedido a la ONU, se ha comprometido a seguir y atender esa estructura internacional de convivencia.

Que en Estados Unidos hoy, por ejemplo, prime el mesianismo y la creencia en la unicidad de su proyecto, no es sorpresa para nosotros que los tenemos de vecinos. Pero el estímulo a que émulos más pequeños den rienda suelta a sus proyectos propios, sólo auguran mayor tensión. Que los exabruptos no lleven a enfrentamientos mayores es la gran tarea inmediata de la diplomacia.

POR DAVID NÁJERA
EMBAJADOR DE MÉXICO, ACTUALMENTE PRESIDE LA ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO A.C. WWW.ASEMEX.ORG  
@ASEM_SRE

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