Una broma que hoy circula en Washington pregunta si el gobierno mexicano conoce a alguna persona que haya ido de compras en compañía de Melania, la esposa del virtual presidente electo Donald Trump, y desee hacerse cargo de la Embajada de México ante el gobierno estadounidense.
El chiste ilustra en parte lo que se considera como el actual problema del gobierno mexicano ante el giro a la derecha significado por la elección de Trump a la presidencia estadounidense, y, por tanto, los presuntamente difíciles tiempos que muchos creen aguardan al régimen de Claudia Sheinbaum en los contactos bilaterales.
Y en cierta forma no les falta razón.
Tradicionalmente, la diplomacia mexicana con Estados Unidos ha dependido de las relaciones personales tanto como las institucionales. En las últimas décadas, se buscó construir confianza entre los presidentes, y a veces se logró.
El Embajador de México en Washington es normalmente una persona de confianza del presidente en turno, para quien sirve como "los ojos y oídos" en la capital estadounidense y de hecho un verdadero coordinador de las acciones del gabinete en los contactos con el gobierno de los Estados Unidos.
El Embajador en funciones siempre estuvo rodeado de un cuadro sólido de diplomáticos de carrera y técnicos en sus diferentes terrenos.
Por su parte, el Embajador estadounidense en México era, o es un representante de su gobierno, aunque a veces ha sido un personaje cercano al mandatario de turno y, como su contraparte, un verdadero coordinador de las relaciones, desde su lado del escritorio, al extremo que a veces tiene que cabildear por propuestas de políticas hacia México en el congreso de su país.
Y en ambos casos, frecuente comunicación directa con la Casa Blanca o Los Pinos –cuando era sede de gobierno y residencia oficial–.
En años idos, la embajada de México en Washington llegó a tener más de 220 elementos para atender a una relación que iba de lo comercial a lo educativo, de lo legal a lo científico o las comunicaciones, de la seguridad a la salud. Y eso sin contar a los elementos en los ahora más de 50 consulados mexicanos en Estados Unidos.
Y ya entonces había quejas sobre la falta de recursos. Ahora los empleados en Washington son menos de 150 y tienen tantas limitaciones económicas como las oficinas de gobierno en México. La reducción tuvo costos en los vínculos institucionales.
Como contraste, la embajada de Estados Unidos en México tiene más de dos mil empleados, que abarcan todo el espectro del gobierno estadounidense.
Quién sea el o la próxima persona que asuma el puesto de embajador en Washington, o incluso el actual, Esteban Moctezuma, enfrentará una situación complicada: mantener una relación que tiene una importancia crítica en un ambiente que si no será necesariamente hostil, si será probablemente negativo como consecuencia de la retórica electoral del partido triunfante.
Y no se sabe de mexicanos allegados a la familia Trump...
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
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