Columna Invitada

La magia de la Navidad y el impacto en la salud mental

Estas fechas ofrecen una oportunidad única para fortalecer el vínculo entre padres e hijos

La magia de la Navidad y el impacto en la salud mental
Pablo Dominguez / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

La magia de la Navidad tiene un significado especial en todos nosotros, desde que éramos pequeños. Para los niños, esta época no solo se trata de recibir regalos, sino de participar en un universo de rituales y fantasías que les permite explorar su creatividad, sus deseos y sus emociones más complejas. Esta festividad puede prestarse como un territorio de juego simbólico, un espacio donde realidad y fantasía se entrelazan, favoreciendo el crecimiento emocional y cognitivo.

El juego simbólico es una actividad clave en el desarrollo infantil, es aquel en el que los niños crean escenarios imaginarios, adoptan roles y asignan significados a objetos cotidianos. Durante la Navidad, este tipo de juego cobra vida a través de pequeñas pero importantes tradiciones, como escribir cartas a Santa Claus, decorar el árbol o construir sus propias casas de jengibre. Estas actividades fomentan la creatividad, y les permite procesar emociones, además de entender conceptos complejos, como la espera, el sacrificio y la gratitud.

El acto de “jugar a creer” podría interpretarse como una forma de satisfacer deseos inconscientes y de explorar procesos internos en un entorno seguro. Por ejemplo, al creer en Santa Claus, los niños proyectan sus anhelos de un ser omnipotente que pueda satisfacer sus necesidades, una figura que también está cargada de valores como la bondad, la justicia y la generosidad. Este proceso permite experimentar sentimientos de seguridad y confianza, esenciales para su desarrollo.

Además, la Navidad ofrece una oportunidad única para fortalecer el vínculo entre padres e hijos. Cuando los adultos participan activamente en estas tradiciones, como ayudar a escribir sus cartas o colocar regalos bajo el árbol, están validando el mundo imaginario de los pequeños y transmitiéndoles un mensaje claro: sus deseos, emociones e ilusiones son importantes.

En este sentido, la Navidad no sólo es una festividad, sino un taller emocional donde los niños ensayan y aprenden a manejar sus sentimientos y deseos.

En el fondo, “jugar a creer” es más que una actividad infantil; es una experiencia profundamente humana. A través de estas tradiciones, los niños descubren el poder transformador de la imaginación y la importancia de compartir y conectar con los demás. Y para los adultos, representa una oportunidad de reconectar con nuestro niño interior, redescubriendo la magia de creer en algo más grande que nosotros mismos.

En un mundo donde la realidad a menudo parece dura y compleja, preservar estos espacios de juego simbólico y fantasía no sólo es un regalo para los niños, sino también para todos aquellos que buscan en la Navidad un respiro y una renovación emocional. Porque, al final, la magia de la Navidad radica en la capacidad de imaginar, soñar y compartir ese sueño con quienes amamos.

POR PABLO DOMÍNGUEZ PERERA
PSICÓLOGO PSICOANALISTA
@PABLODMINGZ

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