Política y Diplomacia Sostenible

Matías Romero en el siglo XXI

Romero fue un diplomático muy inteligente, comprometido y astuto, que comprendió muy bien cómo operar dentro del sistema político estadounidense, para defender la soberanía y los intereses mexicanos

Matías Romero en el siglo XXI
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El pasado jueves 11 de diciembre se conmemoró, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, el 50 Aniversario del Instituto Matías Romero (IMR), en una ceremonia presidida por el Canciller Juan Ramón de la Fuente, acompañado, entre otras personas, de la Secretaria de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación, Rosaura Ruíz; del Rector de la UNAM, Leonardo Lomelí, y del embajador Juan José Bremer, actual Director del IMR. Durante cincuenta años, el Instituto ha tenido a su cargo la formación de las y los diplomáticos mexicanos de carrera. Ha sido un destacado centro de análisis de la política internacional y regional, y un actor fundamental en la difusión de nuestra política exterior.

Matías Romero Avendaño fue una de las figuras más destacadas del liberalismo mexicano del siglo XIX. Fue político, empresario, secretario de Hacienda y representante de tres presidentes mexicanos ante el gobierno de Estados Unidos: Benito Juárez, Manuel González y Porfirio Díaz. Nacido en 1837, en Oaxaca, se formó como abogado en el Instituto de Ciencias y Artes de aquella ciudad, en donde tuvo como maestro a Benito Juárez, quien lo llamó a servir al gobierno de la República en una de las épocas más azarosas de nuestra historia.

La institución en que se forman las y los diplomáticos mexicanos lleva su nombre porque Matías Romero fue, ante todo, un lúcido e imaginativo representante, en Estados Unidos, de la generación de los liberales mexicanos, una de las más destacadas de nuestra historia. Puso al servicio de la República, y del desarrollo del país, sus considerables capacidades de orador, escritor y negociador. Sus logros diplomáticos contribuyeron, en forma decisiva, a la caída del Imperio de Maximiliano, y a la restauración de la república.

Romero fue un diplomático muy inteligente, comprometido y astuto, que comprendió muy bien cómo operar dentro del sistema político estadounidense, para defender la soberanía y los intereses mexicanos. Recurrió a la prensa estadounidense para difundir información sobre México y sus valores republicanos. Cultivó relaciones de confianza con los políticos estadounidenses más influyentes de aquella época, incluyendo a los presidentes Lincoln, Johnson, Grant y varios secretarios de estado, senadores y representantes. Supo influir en sus decisiones, y en las del Congreso. Tenía visión estratégica, pero también era un maestro de las tácticas más eficaces para ganar influencia en los círculos washingtonianos de su época.

Se sabe poco, pero Matías Romero fue también uno de los promotores de la diversificación de las relaciones exteriores de México. Quería evitar una excesiva dependencia de nuestro vecino del norte. Fue promotor y negociador del primer convenio con un país asiático, el “Tratado de Amistad, Comercio y Navegación” entre México y Japón, que suscribió en Washington, en 1888, con su homólogo japonés.

Mediante este acuerdo, se establecieron las relaciones diplomáticas entre nuestros dos países. Ese tratado fue fundamental para México, pero también lo fue para Japón, como siempre lo recuerdan con gratitud los dirigentes japoneses. Fue el primer tratado que la nación asiática suscribió, en términos de igualdad, con otra nación. Con ese precedente, Japón renegoció los “tratados desiguales” que Estados Unidos y las naciones europeas le habían impuesto. A partir de entonces, implementó su propia política arancelaria y consular, clave para lograr el vertiginoso desarrollo que alcanzó en décadas posteriores.

La influencia de Romero se siguió sintiendo un siglo después. Cuando México necesitó el aval de Japón para renegociar la deuda externa, a fines de los años ochenta del siglo pasado, los japoneses recordaron que, cien años antes, México los había apoyado con la firma de aquel tratado, y dieron su aval para la renegociación de nuestra pesada carga externa. Matías Romero es uno de los precursores más importantes de la amistad duradera entre México y Japón.

El gran Matías falleció prematuramente, en Nueva York, en 1898, cuando solo contaba con 61 años. Desde entonces, han transcurrido 126 años. México, Estados Unidos, y el resto del mundo son muy diferentes. Pero la esencia del arte de la diplomacia, y la asimetría de nuestras relaciones bilaterales, es la misma ¿Qué consejos daría Romero para tratar con el futuro gobierno de Donald Trump?

Creo que el gran maestro de la diplomacia mexicana difundiría profusamente información que demuestre la importancia fundamental de México y los mexicanos para la prosperidad de Estados Unidos; cabildearía intensamente y, cuando fuera posible, concertaría alianzas con líderes y grupos influyentes, de todos los sectores y niveles; y negociaría, con paciencia y astucia, la continuación del T-MEC que, para los dos países, significa mucho más que un simple acuerdo de libre comercio.

Esas tareas requieren reflexión y definición de las mejores estrategias diplomáticas. En su discurso del 50 aniversario del Instituto, el Canciller De la Fuente subrayó: “Necesitamos hacer nuevas alianzas… entender mejor nuestras posibilidades y oportunidades… tenemos que construir una diplomacia que exprese la riqueza de nuestra historia y de nuestra cultura, pero que, al mismo tiempo, defienda nuestros intereses nacionales”. Y asignó un papel clave al IMR: “Va a seguir siendo un referente para que pueda orientar nuestro camino… requerimos la orientación de un centro de pensamiento, de análisis, de reflexión profunda y de compromiso.” Es un mandato muy claro para los próximos cincuenta años del IMR.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS

DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY

@MIGUELRCABANAS

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