Al Doctor Patán le pareció desgarrador que los compañeros diputados del movimiento no pudieran celebrar las fiestas como Dios manda; que no pudieran hacer su posada, o preposada, si queremos entregarnos a los tecnicismos. Ya sé que al final lo lograron, luego de cambiar la sede: al Pedregal, desde lo que con cierta flexibilidad podríamos llamar Polanco, que es la colonia Granada.
Y seguro que se la pasaron de maravilla, no solo porque el restaurante elegido como Plan B debe ser buenísimo (recuerden que nuestro movimiento fue fundado por un gastrónomo de alto nivel, de manera que la comida se nos da de modo natural, y además a la compañera Dolores se le vio muy contenta a la salida), sino, sobre todo, por la compañía.
En la 4T nos llevamos todos muy, muy bien, por afinidad ideológica, por comunidad de causa –los pobres– y porque, quiero insistir en esto, la Cuarta es ante todo un triunfo del amor. La República Amorosa, para recuperar un motivo del obradorismo original. Con todo, fue triste que los nuestros, luego de trabajar durísimo, con tanta reforma constitucional –podemos descansar tranquilos, ahora que el elote está consagrado étnicamente en la Carta Magna, por ejemplo–, no pudieran lanzarse al restaurante elegido en principio, que me pareció que ni mandado a hacer.
De entrada, se nota que es un lugar –no lo conozco: hablo a distancia, con el apoyo de internet– muy colorido, como este movimiento. Tiene un perico a manera de marca de la casa, y todo dentro es muy de colores vivos y, sobre todo, de un humor campechano, desparpajado, popular, muy nuestro. Hay algo como de fiesta en el Acapulco viejo que con su botarga de pirata, que con los meseros vestidos de peces y pulpos, que con la hostess caracterizada de sirena. Algo que no desmerecería en un ambiente de agentes ministeriales. Algo que lo hace decir a uno: “De aquí soy”.
Lo más importante, sin embargo, es, apuntaba, la comida. No era fácil darle gusto a todos. Somos un movimiento nacional, plural, surgido de todos los estados. Así, eliges un restaurante de carnes asadas –“cortes”, se dice en estos ambientes–, y haces feliz a las compañeros y compañeras del norte, pero no tanto a los del sur.
Por el contrario, el ceviche con cátsup puede caer muy bien entre los pretorianos de Macedonio, pero tal vez menos entre los poblanos o oaxaqueños, y para nada entre los sonorenses. Por lo tanto, había que apostarle a una carta que incluyera lo mismo “los mariscos con más cotorrreo”, que la hamburguesa, la arrachera o las “alitas cotorras”, que son universales. De la misma manera, está bueno que puedas irte igual por un “cotodrink” que por una chela o un tequila.
En fin, que el Doctor Monreal, que me parece que fue la fuerza convocante, se apuntó otro hit. Lástima que no se armó. A ver si para el año que viene.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
MAAZ