Los psicólogos estudiamos para diagnosticar y tratar, entre otras cosas, los llamados trastornos de la personalidad. Si hay alguna alteración que me sobrecoge y al mismo tiempo me atrae como objeto de estudio es, sin duda, la personalidad antisocial. Algo muy perturbador sucede en estos individuos que están tan enamorados de sí mismos que no logran ver a los demás. Desde luego, todos los humanos tenemos una dosis más o menos grande de egolatría, narcisismo y violencia, sin embargo, en los antisociales, o si ustedes prefieren en los narcisistas malignos, estos rasgos se han ido al extremo.
La falta de empatía y, su compañera inseparable, la violencia, se expresan en ellos de muy diversas y aterradoras maneras: violación, asesinato, secuestro, tortura, amenazas, acoso o indiferencia. Todas estas son formas más o menos graves del trastorno. Cada una de estas conductas muestran la incapacidad de entender al otro, peor aún, de sentir con el otro y tienen un rasgo común: la falta de capacidad para identificarse con las víctimas y la indiferencia absoluta por el sufrimiento ajeno.
Lo más desconcertante es que las personas con rasgos sociopáticos pueden parecer a primera vista encantadoras, carismáticas, aunque en el fondo son muy agresivas, en ocasiones letales, y tienden a la irritabilidad cuando no se les da la razón. Se han publicado innumerables estudios e investigaciones al respecto. Especialmente interesantes aquellos que han permitido conocer más de cerca el esquema mental de autoritarios o dictadores, que en la mayoría de los casos caen claramente dentro este perfil. Este trastorno de personalidad se puede presentar en hombres o mujeres, no hay distingos en sexo, género o cualquier otra variable, aunque hay que precisar que se produce más frecuentemente en los hombres.
En diversos momentos, este mundo ha sido testigo de cómo hemos llevado al poder a personas que presentan muchas de estas características. Hoy, desafortunadamente, tenemos en el poder a más de una docena de ellos. Por ahí desfilan los populistas encumbrados, como Trump, Maduro, Orbán, Díaz Canel, Ortega y Rosario, Evo, entre otros, y aquí, cerquita, también tenemos muy buenos ejemplos.
Los narcisistas creen que solo lo que ellos piensan es lo correcto y que nadie puede tener una visión del mundo mejor a la de ellos. No requieren otros puntos de vista para conformar su opinión. Lo que hacen ellos es inmejorable, se deben obedecer sus órdenes y cumplir sus indicaciones sin modificar ni una coma. ¿Para qué escuchar a la oposición si todo lo que dicen es incorrecto?
En fin, el tema de las patológicas peculiaridades de Trump y otros cercanos gobernantes resultan fascinantes para mí, como psicóloga. Lo malo es que bajo sus gobiernos está en juego la libertad, la democracia y la vida de muchos seres humanos, aquí y allá. Qué los dioses se apiaden de nosotros.
POR TERE VALE
COLABORADORA
@TEREVALEMX
PAL