Definiciones

Meter con calzador a Piedra Ibarra

Sin pudor ni decoro, Morena y sus aliados se han superado a sí mismos impulsando a Rosario Piedra Ibarra para un nuevo periodo en la presidencia de la CNDH

Meter con calzador a Piedra Ibarra
Manuel López San Martín / Definiciones / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Sin pudor ni decoro, Morena y sus aliados se han superado a sí mismos impulsando a Rosario Piedra Ibarra para un nuevo periodo en la presidencia de la CNDH.

Lo hacen no por convicción, sino por obediencia, por disciplina. Ejecutan una instrucción. Piedra Ibarra no llegó a la Comisión, ni participó en el proceso para reelegirse ni obtendrá cinco años más en el cargo, por mérito.

Llegó de manera ilegítima al cargo, ya en funciones debía legitimarse, pero no lo hizo. Desdibujó a la CNDH, que brilló por su ausencia ante señalamientos y denuncias de violación a los derechos humanos.

Nada dijo de las masacres ocurridas durante el sexenio de López Obrador, ni sobre los reclamos de miles de padres de niños con cáncer por falta de medicamentos. Tampoco miró a las madres buscadoras. Ni una palabra sobre los asesinatos de migrantes y las condiciones indignas en que son tratados, ni tampoco sobre el desabasto de medicinas. Fue omisa.

¿A quién sirvió una presidenta de la CNDH que llegó sin legitimidad y no trabajó para construirla, sino para confirmarse ilegítima? A los ciudadanos, no. A quien la impuso, AMLO, sí: le permitió tripular la Comisión, que no le estorbara y sacudirse cualquier piedra en el zapato.

Piedra Ibarra fue impuesta en su primer periodo; no reunió la mayoría calificada en el Senado y hubo trampa en su votación.

Las polémicas abundaron, de las revelaciones de compras excesivas en el comedor de la Comisión, a los señalamientos por millonarios desvíos.

Si su designación fue vergonzosa, su actuar no lo fue menos. Con su inacción, confirmó las sospechas que acompañaron su nombramiento: llegó para estar frente a una CNDH omisa.

En un golpe más de autoridad y para despejar dudas de su poder más allá de su periodo de gobierno, López Obrador le tramitaba hasta anoche, otros cinco años. No cumplía aún 50 días el sexenio de Sheinbaum y la mayoría de la 4T hacía todo por regalarle un nuevo periodo. Al momento de escribir estas líneas, su reelección parecía inevitable.

Como en la primera ocasión, en esta segunda, Piedra Ibarra tampoco tenía legitimidad de origen para participar. No solo porque sus resultados fueron desastrosos, sino porque no estuvo entre las tres personas mejor evaluadas por las comisiones de Justicia y Derechos Humanos del Senado, sino que fue la peor calificada. Aun así, Morena y sus aliados la empujaban. No les importó que reprobara en su comparecencia, ni que presentara cartas de apoyo apócrifas (como la “firmada” por el Obispo Raúl Vera López). Tampoco que hubiera perfiles bien calificados. La querían meter con calzador.

De hecho, la presidenta Sheinbaum tenía simpatía por otra aspirante, la titular de la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX, Nashieli Ramírez, pero el ala dura de la 4T se imponía y la nueva instrucción del expresidente López Obrador se seguía.

Salvo que algo extraordinario suceda, la amiga del expresidente se quedará. En su “año siete”, López Obrador estaba por conseguir otra victoria: demostrar quién manda, desaparecer lo que incomoda y colonizar la CNDH para tenerla a su servicio y disposición; que nadie se atreva a tocar ni con el pétalo de una recomendación al sexenio que se fue y a su titular que, a la distancia, sigue imponiéndose.

POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN    

M.LOPEZSANMARTIN@GMAIL.COM                                       

@MLOPEZSANMARTIN

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