Columna invitada

Vivir en la nueva hegemonía

El 1 de octubre fue el último día de la presidencia de López Obrador, pero también el primero de la consolidación formal de un régimen de corte autoritario

Vivir en la nueva hegemonía
Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

El 1 de octubre fue el último día de la presidencia de López Obrador, pero también el primero de la consolidación formal de un régimen de corte autoritario que —si atendemos las experiencias históricas— podría prolongarse muchos, muchos años. Ante esa realidad, ¿qué podemos hacer los mexicanos que rechazamos los valores, métodos y visión de país de la nueva hegemonía? 

La situación es precaria: el oficialismo controla la presidencia, la mayoría de los gobiernos estatales y mayorías legislativas, tanto federales como en diversos congresos locales; posee una base social organizada, y en general una legitimidad clara. La oposición institucional (PRI, PAN, etc.) además de minoritaria, está desacreditada, sin proyecto, no es confiable y muchos de sus integrantes son vulnerables debido a su historial de corrupción. Las instituciones que defienden al ciudadano, como la CNDH, el Poder Judicial o el INE han perdido o están por perder su independencia.

Ante este panorama, pienso que la primera premisa es no callarse ni abandonarse a la resignación. Perderemos a las instituciones que auditan al gobierno, como el INAI, y por eso ahora más que nunca es relevante no perder la crítica. Vemos cómo en todas partes diversos medios cierran sus espacios a las voces disidentes, y por ello no podemos dejar de visibilizar permanentemente a esa gran parte de la población que pensamos distinto, por todos los canales posibles. El silencio no es opción.

El oficialismo ganó las elecciones, pero no puede —a menos que lo cedamos voluntariamente— quitarnos el derecho de estar presentes en lo público, desde las redes hasta las calles, desde la crítica analítica hasta el humor como mecanismo para exhibirlos. Cierto, los señalamientos no incidirán por sí mismos en lo inmediato, pero es indispensable no permitir que el país entero enmudezca y se adormezca. Si eso ocurre, habremos rendido la voz, último bastión de la libertad y la pluralidad.

Me parece también que, en estos tiempos, la historia será más útil que la ciencia política como brújula para navegar la tempestad. No es la primera vez en México que una minoría democrática encara un sistema hegemónico-autoritario. Y aunque los contextos son diferentes, en esa experiencia de décadas de lucha hay un conjunto de recursos para las batallas que vienen.

Una primera lección es, por el momento, evitar un desgaste fútil en el plano nacional, donde el oficialismo avasalla, y concentrarse en lo local, donde hay más capacidad de incidir y conservar o recuperar espacios de poder y representación: los municipios y los congresos locales, en particular. Quienes en el siglo XX derrotaron a la vieja hegemonía, antes de llegar a Los Pinos en 2000 debieron ganar el ayuntamiento de Quiroga, en 1946, y el palacio de Baja California, en 1989.

Es en lo local donde la incompetencia, los abusos y la indolencia del oficialismo golpea más directamente a la gente; donde la saliva de los discursos triunfalistas se evapora más fácilmente ante las crudas realidades cotidianas; donde el teflón de la demagogia es más tenue. Y es también desde ahí —no en las listas que palomea “Alito”, Marko o Dante— donde resulta más fácil que surjan nuevas figuras opositoras con verdadero liderazgo, legitimidad propia y proyectos concretos.

Finalmente, resistamos la tentación de ensimismarse en el individualismo y, ante el desencanto, fugarse de lo público. Estamos por perder los contrapesos que quedan, como la Suprema Corte, y por eso es importante hacer comunidad, estrechar las redes de solidaridad; de entrada, con nuestro entorno inmediato, familia y amigos, para informarnos, apoyarnos y cuidarnos mutuamente. 

Quienes rechazamos el proyecto de nación que se consolida somos millones, pero somos también una minoría fragmentada, vulnerable ante las pulsiones de una mayoría poderosa. Por eso hay que mantener nuestra voz alta, nuestra presencia visible, la mira en el largo plazo, con foco en lo local, y organizarnos para respaldarnos entre todos. Por ahora, es lo que sí podemos hacer.

Por Guillermo Lerdo de Tejada Servitje 

Colaborador 

@GuillermoLerdo

MAAZ

 

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