¿Cuándo vamos a tener funcionarios que no caigan en las redes de la corrupción? ¿Cuándo los encargados de la seguridad pública van a defender con honor a la sociedad en contra del crimen organizado? ¿Cuándo habrá en México instituciones a prueba de balas que rompan el sistema de impunidad?
El caso de Genaro García Luna es una de las más grandes decepciones de los tiempos modernos en México. Un civil, ingeniero en sistemas, que parecía tener el perfil para instalar un nuevo modelo policiaco, zozobró ante la corrupción de nuestro sistema y ante sus ambiciones personales. Algo debe estar fallando en nuestra sociedad porque no hemos generado funcionarios honorables que no se dejen seducir por el poder y el dinero.
En el caso de García Luna, no sabremos nunca si fueron los propios funcionarios del gobierno norteamericano quienes lo metieron en este callejón sin salida. Lo que sí sabemos es que no es posible que Felipe Calderón no supiera. Nuestro sistema político no da como para que una posible asociación del responsable de la seguridad pública del país conviniera con los más altos jerarcas criminales sin que el Presidente supiera.
Si todo lo expuesto en el juicio a Garcia Luna es cierto, este pro-hombre, con amplias simpatías con empresarios muy importantes y perteneciente a la élite del grupo político de Calderón, la segunda etapa es la que le aplica. Recibió sobornos millonarios y terminó extorsionando a grupos criminales.
Tampoco tengo duda que el gobierno norteamericano siempre lo supo. Pero a diferencia de los Estados Unidos, en nuestro país las instituciones no existen, lo que existen son los jefes en turno, a los que incondicionalmente sirves. Otra de las grandes enseñanzas del caso García Luna es el fracaso de nuestro sistema anticorrupción. Tuvieron que juzgarlo en Estados Unidos porque en México va contra nuestro sistema político que altos funcionarios puedan ser juzgados y castigados.
Hay un “pacto de silencio”, yo diría de complicidad entre policías, funcionarios, crimen organizado y políticos de alto nivel. Que García Luna diga lo que sabe como lo prometió, esa sería la mejor manera de expiar sus culpas. Que rompa el pacto de silencio. Desde niño me enseñaron que “El amor al dinero es la raíz de todos los males”.
Es increíble que personas que se percibían con valores, con capacidades, con grandes posibilidades de servir a la patria, hayan sucumbido. Le urge a México que alguien sea la excepción, por un lado.
Por otro, la corrupción policiaca requiere atención urgente porque ha provocado el fallo institucional, un sistema equivocado que nos está llevando en materia de seguridad a un Estado fallido. García Luna cayó en esa trampa, pensó que sería poderoso siempre, la realidad lo alcanzó una década después de que su equipo perdiera el poder y lo dejara solo.
Mientras eso no pase, mientras sigamos produciendo a los García Luna, los mexicanos seguiremos diciendo, como cuando hace décadas soñábamos con que alguien nos defendiera de los malos, e invocábamos a nuestro héroe imaginario, diciendo: ¿Y ahora quién podrá defendernos?
POR HUGO ERIC FLORES
DIPUTADO FEDERAL LXVI LEGISLATURA
@HUGOERICFLORES
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