COLUMNA INVITADA

Una piedrita en el alma

¿Cuántas veces en esta travesía llamada vida herimos a aquellos que compartieron nuestro camino inadvertidamente?

OPINIÓN

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Mónica Salmón / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

¿Cuántas veces en esta travesía llamada vida herimos a aquellos que compartieron nuestro camino inadvertidamente? ¿Cuántas veces, en nuestro afán de ser algo para los demás, creemos haber dejado pequeñas huellas en sus corazones mientras nosotros nos retiramos satisfechos, sin percatarnos de las heridas que dejamos atrás?

En ocasiones, recordamos los momentos cruciales, incluso los dolorosos, y los relegamos al rincón oscuro de nuestra memoria, donde el olvido juega un papel protector, resguardándonos del tormento pasado. La vida nos lleva a creer que hemos superado ciertas experiencias o que han perdido relevancia en el archivo de nuestros recuerdos.

Sin embargo, en una mañana cualquiera, un mensaje irrumpe en nuestra rutina: 'Espero que haya quedado claro que mi único propósito era verte brillar en tu evento'.

Y veo que esa preocupación proviene de un lugar genuino. Han pasado años desde aquella gran presentación que tuve de una de mis novelas. Invité a dos ilustres autores que para sorpresa de todos aceptaron la invitación a presentar mi libro. Fue un honor compartir la mesa con dos grandes maestros de la literatura mexicana.

Leí algunas obras de los dos a los 20 años. Uno de ellos me llevó a descubrir en sus letras un estilo lírico y poético, mientras que el otro me llevó a explorar una escritura que desafía cualquier convención narrativa tradicional, siempre poniendo por encima de todo la reflexión sobre la condición humana.

Ahí estaba yo ese día, rodeada de mi familia, de psicólogos, médicos, familia política y amigas de las letras, de la infancia y, sobre todo, del alma, en medio de dos grandes. No la estaba pasando bien. Buscaba respuestas en las miradas de quienes me querían. Mi editor cerraba los ojos en señal de calma. Lo que más deseaba era que el evento terminara y poder abrazar a las personas que realmente sumaban en mi vida. Sus palabras no fueron generosas. Salí decidida con la certeza de que ningún hombre, y mucho menos un hombre exitoso, volvería a presentar jamás uno de mis libros.

Hubo risas y fotos, siempre agradecida por el tiempo, pero más por educación de cuna que por otra cosa. Subí al coche, se me escurrieron las lágrimas y decidí quedarme con las miradas de amor de la gente que estuvo en las primeras filas. Ese mensaje de la mañana me hizo saber que había una piedrita en mi alma. Al ver su preocupación genuina, descubrí que en la vida real él se vive de una manera no lineal, no convencional y puede saltar en el tiempo y traer en escena ese sentimiento de años atrás. Vi que hay diferentes capas de la historia y que la vida y el mismo evento se presentan desde múltiples puntos de vista. En la vida real como en la ficción, no teme abordar temas difíciles y mostrar su realidad de manera cruda y sin filtros. También vi nobleza, vi empatía y se convirtió una vez más en un maestro. Yo agradezco profundamente ese mensaje y me lleva a la reflexión: ¿A quién le he dejado una piedrita en el alma? Vivimos hiriendo, y qué difícil es darnos cuenta. Pero hoy que soy consciente de que hay dolores archivados en el olvido, los invito a la reflexión. Hagamos la tarea de pensar cuántas veces hemos lastimado sin que haya sido nuestra intención. Si alguna vez te hice daño, de corazón te pido perdón.
 

MÓNICA SALMÓN

PSICÓLOGA Y ESCRITORA

@MONICASALMON_

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