La vida de Simón Ruíz, un joven mexicano que llegó a los Estados Unidos en 1920, es un relato que resalta las luchas y las realidades desgarradoras de los inmigrantes en la década de veinte. Proveniente de Guadalajara, se asentó en California y se encontró con Eduardo Miranda y Miguel Varela, otros mexicanos que compartían su destino.
Miranda, reportado en algunos periódicos como un ex villista, convenció a Ruíz y a Varela para robar a Stephen Miller, un capataz de ferrocarriles. La historia se tornó oscura cuando Miranda entregó una pistola a Ruíz y le ordenó matar a Miller, amenazándolo con su propia muerte si se negaba. Ruíz, atrapado en un dilema desgarrador, cedió y cumplió con el acto mortal. En un giro irónico de los acontecimientos, Miranda, después de testificar, quedó libre, mientras que Varela fue sentenciado a cadena perpetua y Ruíz, el joven de 17 años, a la horca.
Es evidente que la ley actuó con firmeza y rapidez en este caso, decidida a impartir sentencia. Pero ¿era realmente justicia lo que se impartía? Un adolescente mexicano recién llegado a Estados Unidos, con poco o ningún conocimiento de las leyes y costumbres del país, fue condenado a muerte. Este enfoque punitivo y severo refleja una mentalidad de esa época, que desafortunadamente ciertos grupos buscan traer devuelta.
El papel que desempeñaron las autoridades mexicanas y las sociedades humanistas, principalmente mujeres, en la lucha por la vida de Ruíz es un ejemplo de solidaridad y resistencia. Se destacó en particular la periodista Alma Reed, quien utilizó la historia de Ruíz para luchar contra la pena de muerte a menores. Estos defensores, incluso a pesar de enfrentar numerosos obstáculos, perseveraron, y finalmente, su presión logró conmutar la sentencia de muerte de Ruiz por cadena perpetua.
Esto marcó un punto de inflexión crucial en la historia, un destello de esperanza en una situación que parecía desesperada. Un relativo triunfo contra un sistema dominado por el racismo. Claro, Aunque la pena de cadena perpetua no es motivo de celebración, es indudablemente preferible a la horca.
La historia de Simón Ruíz, más que una narración sombría de un crimen y el severo castigo, muestra los retos y problemas de los sistemas judiciales. La justicia no es sólo una cuestión de “ojo por ojo”, sino que también debe considerar las circunstancias individuales.
Aunque no encontré información sobre Simón después de que su sentencia fue conmutada, su historia continúa siendo relevante. De ahí se siguiócuestionando, aprendiendo y esforzándose por una justicia más justa y equitativa. Después de todo, las historias como la de Simón Ruíz son un recordatorio de que, en las palabras de Martin Luther King Jr., “la injusticia en cualquier parte es una amenaza para la justicia en todas partes.
POR IGNACIO ANAYA
COLABORADOR
@Ignaciominj
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