Tras el paso del huracán “Otis” para los habitantes de Acapulco nada será igual; el puerto quedará marcado en materia económica y de seguridad. La mayoría de los hoteles, negocios y viviendas tendrán que ser reconstruidas y ello implica que los recursos que se destinen para estos rubros podrían terminar en manos de los grupos delictivos que están al acecho de cualquier monto que les signifique ganancia alguna.
Excepto para quienes lucren con el dolor ajeno, en este caso los grupos delictivos, los habitantes del puerto no se sienten felices a poco más de un mes del paso del meteoro, como lo mencionó el presidente de la República a propósito de su gira por los estados de Oaxaca y Guerrero.
No va a ser fácil para las autoridades de los tres niveles de gobierno atender de manera simultáneas la reconstrucción y la seguridad por la simple y sencilla razón de que el tejido social esta lastimado y tardará algunos años en sanar sus heridas, que no son otra cosa que la intromisión de la delincuencia en los procesos de traslado y comercialización de los materiales para construcción, así como en el cobro por protección de la obra bajo cualquier pretexto.
En esta tesitura, los mercados ilícitos emergentes serán la distribución de materiales para construcción, venta de abarrotes en general, medicamentos, artículos domésticos, chatarra (materiales ferrosos y no ferrosos) y agua para uso doméstico (pipas), así como las casas de empeño, cajas de ahorro y tandas.
En forma simultánea tratarán de obtener recursos frescos a través de sus familiares que seguramente ya fueron inscritos en los padrones por los “servidores de la nación“ sin filtro alguno que asegure por lo menos que no cuenten con alguna orden de aprehensión vigente en sus bases de datos.
Lo anterior permitirá a los grupos delictivos subsistir mientras se reconstruyen los mercados ilícitos tradicionales como de la compra-venta de drogas al menudeo (narcomenudeo), armas de fuego y secuestro, así como los intangibles como la extorsión el cobro de piso al transporte público (taxis formales y tolerados o piratas), centros de diversión nocturna, mejor conocidos como “giros negros”, que ya se acostumbraron a vivir de ésta forma, aunque no lo digan.
Por todo lo antes descrito, se requiere que la autoridad replantee su estrategia en los rubros de seguridad, salud, transporte y educación, pero sobre todo que busque recursos para los damnificados que aún se cuentan por decenas de miles.
Es la oportunidad para incorporar a los diversos sectores de la sociedad civil organizada que desde un principio han mostrado su interés por apoyar a la gente que lo perdió todo, sin esperar nada a cambio.
De igual manera es impostergable sumar a las empresas de seguridad privada en las labores de prevención del delito, así como vigilancia física y cibernética (Centros de Inteligencia Corporativa) para las unidades de negocio que en breve volverán a tener actividad económica plena. Así lo marca la ley y habrá que capitalizar sus esfuerzos, además de generar sinergia. Desde la trinchera de las empresas como Cyber Black del grupo BlackIND, dedicadas a este giro hay una total disposición, lo único que falta del lado de la autoridad es voluntad política y saldremos adelante.
POR FACUNDO ROSAS
PAL