Cada vez se sabe más sobre la incorporación de las mujeres en la lucha por la Independencia de nuestro país. La lista con los nombres de combatientes, dirigentes, guías, proveedoras, espías y mensajeras se ha ido ampliando lentamente debido al ocultamiento sistemático de las aportaciones femeninas a la causa, un fenómeno del que la historia del tiempo presente no está exenta y que debemos prevenir, documentando y difundiendo la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad.
Como sucede en las sociedades patriarcales; las mujeres insurgentes enfrentaron más obstáculos que sus pares hombres como militantes de la independencia, no sólo por las labores domésticas, de cuidado y crianza de las que eran responsables, sino porque también fueron víctimas de la violencia de los realistas cuando sus esposos, hermanos o hijos abrazaban la lucha independentista. Las cerca de trescientas mujeres de Pénjamo y de la Hacienda de Barajas que fueron recluidas, algunas incluso con sus hijas e hijos, sin mediar proceso ni sentencia durante casi dos años y sólo por ser familiares de insurgentes, constituyen un ejemplo de la otra guerra que libran las mujeres en los enfrentamientos armados y que se vincula con sus cuerpos.
Los estereotipos de género -algunos que lamentablemente persisten- minimizaban el involucramiento de las mujeres en la gesta por considerarlas incapaces de desarrollar ideas políticas o de reaccionar ágilmente en combate, aunque Altagracia Mercado, Manuela Medina conocida como “La Capitana”, María Fermina de Rivera, Antonia Nava de Catalán, llamada “La Generala”, María Soto la Marina y Juana Guadalupe Arcos Barragán, apodada “La Barragana” mostraran un valor excepcional en el campo de batalla.
Durante la década que se prologó la lucha armada, muchas mujeres se hicieron cargo del campo y el comercio, así como de la limpieza y rehabilitación de las calles después de las contiendas. Hubo otras tantas mujeres que cedieron sus bienes a la causa independentista como Luisa Martínez de García Rojas, María Petra Teruel de Velasco, las hermanas González de Pénjamo o Manuela Herrera, que quemó su propia hacienda para que el ejército realista no pudiera aprovechar sus recursos.
Gertrudis Bocanegra de Lazo de la Vega, María Tomasa Estévez, Carmen Camacho y Mariana Rodríguez del Toro fueron valiosas informantes, esta última incluso dirigió una conspiración en contra del virrey Venegas al enterarse que Miguel Hidalgo y sus compañeros habían sido aprehendidos.
Los nombres de estas mujeres pueden no sernos tan familiares como los de las destacadas insurgentes Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario y María Ignacia Rodríguez de Velasco, sin embargo, considero un deber rescatarlos del olvido, no sólo por lo loable de su empresa en aquella época, sino porque al nombrarlas quiero reconocer también el heroísmo de las millones de mujeres que han forjado la patria. Mujeres que, sin el aliciente de pasar a la historia, luchan sin descanso, conscientes de que -aunque venzan- serán ignoradas cuando ésta se escriba.
Pese a las múltiples violencias que enfrentamos las mujeres, nos seguimos esforzando por consolidar la independencia de nuestro país, no sólo en sus fronteras sino construyendo un sistema que brinde -a todas las personas- las condiciones indispensables para materializar sus derechos humanos y con ello, estar en posibilidad de desarrollar libremente sus proyectos de vida.
POR MAGISTRADA MAGDA ZULEMA MOSRI GUTIÉRREZ
PRESIDENTA DE LA SEGUNDA SECCIÓN DE LA SALA SUPERIOR Y DE LA COMISIÓN PARA LA IGUALDAD DE GÉNERO DEL TRIBUNAL FEDERAL DE JUSTICIA ADMINISTRATIVA
@Z_MOSRI
CAR