COMANDO Y CONTROL

Lecciones rusas para México

Rumores sobre corrupción interna en cuanto a la asignación directa de contratos –sin competirlos–, dañó a Fuerzas Armadas

OPINIÓN

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Íñigo Guevara Moyano / Comando y Control / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La Guerra en Ucrania está generando una cascada de lecciones para gobiernos y Fuerzas Armadas alrededor del mundo. Hasta hace nueve semanas, el mundo consideraba a las fuerzas militares rusas como las segundas más potentes del mundo.  Su capacidad militar en papel era impresionante: miles de tanques y aviones de guerra modernos, artillería y misiles de largo alcance, pero más importante, una fuerza profesional y disciplinada, con altos estándares de moral y entrenamiento.

Su desempeño en conflictos relativamente recientes, como Georgia, en 2008, y Crimea, en 2014, habían dejado claro su superioridad frente a contendientes menos pode rosos o no preparados. Hasta ese momento, las fuerzas rusas habían mostrado una alta capacidad para innovar, empleando una fusión de medios convencionales, guerra irregular, medios informáticos, cibernéticos, políticos y psicológicos, coordinados por un sistema de inteligencia militar super adaptable, generando un nuevo modelo para pelear guerras: la hibrida.

La campaña rusa en Siria a partir de 2015, sirvió de laboratorio para probar una nueva generación de armas en contra de un enemigo disperso y tecnológicamente inferior. Esa intervención demostró varias debilidades en su capacidad de despliegue, lo que debería de haber sido detectado y absorbido por los estrategas rusos, pues para toda organización, el aprender del fracaso, fortalece.

El revés de la inteligencia rusa incluyó el subestimar la voluntad y capacidad ucraniana para resistir, pero otro gran fracaso, probablemente el mayor, fue el desestimar las grandes deficiencias que tenían sus propias Fuerzas Armadas como resultado de una corrupción sistémica.

Rumores sobre corrupción interna en cuanto a la asignación directa de contratos –sin competirlos– llevaron aparentemente a que se le dotara a las tropas rusas de raciones insuficientes, expiradas, e incluso contaminadas; la falta de controles eficientes en el monitoreo del consumo de combustible llevó a que algunas unidades recibieran menos del necesario; igualmente, contratos asignados a empresas paraestatales o aquellas íntimamente ligadas al liderazgo, desencadenaron un sistema de mantenimiento y de logística plagado de fraude, tráfico de influencia, abuso de poder, soborno y nepotismo. Además del enemigo ucraniano determinado a defenderse, el Ejército ruso se enfrenta a un enemigo interno muy poderoso: su corrupción.

Por supuesto, México tiene un perfil de amenaza completamente distinto. Sus fuerzas armadas (Sedena y Semar) no están preparando una invasión o resistencia, pero les han sido asignadas la nueva misión de contribuir al desarrollo económico del país, encargándoles la construcción y operación de proyectos de infraestructura nacional como aeropuertos y trenes.  Razón suficiente para absorber las lecciones extremas que brindan la debacle rusa.

Ante las órdenes de concluir proyectos de infraestructura en tiempos recortados, la asignación directa de contratos y la ausencia u opacidad de controles –internos y externos– podrán parecer herramienta necesaria para cumplir la misión en el corto plazo, pero en el largo plazo son un puñal de dos filos que puede cortar muy profundo hacia adentro de las instituciones.

Siendo más claro, el crear y operar entidades administrativas con actividad empresarial, eleva significativamente el perfil de riesgo para las instituciones militares mexicanas y llevará tarde o temprano a un deterioro, tanto en su capacidad operativa, como en la moral interior y la percepción pública.

Habrá que identificar qué actores están fomentando la creación y desarrollo de este enemigo interno y cuáles son sus intenciones.

POR IÑIGO GUEVARA
DIRECTOR DE LA COMPAÑÍA DE INTELIGENCIA JANES Y ACADÉMICO VISITANTE DEL ATLANTIC COUNCIL, EN WASHINGTON, D.C.

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