El narcotráfico se ha convertido en una de las actividades más desafiantes en México, por su violencia, la capacidad operativa y financiera que presenta y la debilidad institucional para combatirla.
Constituye una actividad transnacional y una amenaza a la seguridad nacional que puede vulnerar los intereses y los objetivos nacionales, traspasa fronteras como una cadena delictiva multifacética en la que participan productores, procesadores, transportistas y distribuidores.
Incide negativamente en los campos político, económico, social y militar, afectando instituciones, el Estado de Derecho y el orden democrático del país. Los narcotraficantes tienen control sobre varias regiones y suplanta funciones de gobiernos locales y estatales.
Existen indicios de su influencia en actividades de carácter político-electorales. En México la narcoactividad no tiene un carácter político-ideológico y su poder tiene como fin asegurar la hegemonía de cada grupo, controlar territorios y confrontar a las autoridades de seguridad.
Como amenaza transnacional, requiere necesariamente de la cooperación bilateral, regional y mundial, de lo contrario los esfuerzos estarán destinados al fracaso. Para este objetivo la política exterior es un instrumento clave. El entorno geográfico es un factor decisivo para el desarrollo del narcotráfico en territorio mexicano y la formulación de acciones en materia de política exterior. México comparte una amplia frontera con Estados Unidos, país que presenta un atractivo mercado para las drogas, para el “lavado de dinero” y para el contrabando de armas para los narcotraficantes.
En el sur, México colinda con Belice, Guatemala y fronteras porosas, este segundo país, junto con El Salvador y Honduras, forma el Triángulo del Norte, caracterizado por su fragilidad en los sistemas de seguridad e impartición de justicia, a lo que se suma pobreza, desempleo y corrupción, lo que hace que sea altamente vulnerable a la delincuencia organizada.
La cooperación con Estados Unidos siempre ha sido sensible y no está exenta de controversias. Sin embargo, es indispensable e inevitable, en un contexto de respeto a la soberanía, a la jurisdicción territorial y al marco legal de cada país. Aquí es donde entra el oficio de las Cancillerías para la negociación y la concertación y, la experiencia diplomática.
La cooperación, principalmente hacia los vecinos del norte y del sur del país, debe ser integral, como ha tenido lugar en el pasado, en materia de capacitación, intercambio de información y tecnologías, desarrollo de programas para la prevención y tratamiento de
adicciones.
La lucha desde una perspectiva puramente interna está acotada por la realidad, no existe la posibilidad de debilitar este flagelo unilateralmente sin la cooperación internacional.
POR OMAR HURTADO
Asociación del Servicio Exterior Mexicano (ASEM)
MAAZ