COLUMNA INVITADA

¿Ha muerto el testamento?

La respuesta de los expertos del derecho civil mexicano sería sencilla: si no se cumplen las formalidades del testamento, la viabilidad jurídica sería complicada

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columnista invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Mark Twain especulaba que el hombre que llevaba el nombre de William Shakespeare no podía haber confeccionado tan impactantes obras literarias. Shakespeare en realidad era un testaferro. Un “prestanombre”. 

Twain justificaba su teoría controversial con diversas razones, pero de todas hay una que nos llama la atención: el testamento de Shakespeare. 

Este testamento era extenso y minucioso: tenía un inventario detalladísimo de sus propiedades, casas, espadas, camas, etcétera. Así como de sus respectivos herederos. La abundante lista de bienes sólo hacía resaltar una carencia reveladora: no menciona ni un solo libro, ni una obra teatral, ni una poesía, ni trabajos literarios, ni manuscritos inconclusos, ni una pizca de discernimiento literario. Para Twain, éste era el testamento de un hombre de negocios, no de un literato o un poeta. 

Más allá de las suspicacias de Twain, el testamento de Shakespeare tiene una lección oculta, los testamentos son un reflejo de la vida de su autor, de su entorno social, nos develan indirectamente cómo se expresaban, cómo se comunicaban, y, porque no, cómo vivían. 

Pero ¿realmente podríamos decir esto de los testamentos actuales? ¿Qué pasaría si una persona decidiera manifestar su última voluntad con su propia voz en un mensaje o video que deje en alguna tableta, computadora o teléfono celular?

La respuesta de los expertos del derecho civil mexicano sería sencilla: si no se cumplen las formalidades del testamento, la viabilidad jurídica sería complicada. Por no decir imposible. Pero el medio en cómo una persona puede formular su última voluntad muestra cómo nuestro derecho se encuentra tan alejado de su entorno. 

Seguimos pensando en fórmulas que se construyeron para una sociedad distante de la actual tecnificada, hiperconectada y globalizada.  

Ya hay tribunales en Estados Unidos de Norteamérica, Australia o Sudáfrica, que han empezado a encontrar en las expresiones electrónicas medios para excusar el incumplimiento de algunas de las formalidades testamentarias siempre y cuando exista evidencia clara y convincente de la intención del testador. Sea en testamentos “fuera de línea”, asimilándolos a los ológrafos, o bien, en “línea”, en donde los “metadatos” se convierten en la fuente de certeza de cuándo y dónde fue hecho el testamento.

Estas “experimentaciones judiciales” nos muestran que tenemos que ser más sensibles a las expresiones contemporáneas de nuestra sociedad. Que existe una inamovilidad monolítica en nuestras concepciones de cómo deben ser las formalidades y de cómo debe salvaguardarse la certeza y la seguridad jurídica. Pero sobre todo que hemos dejado de replantear el cómo nuestro derecho civil debe ser más dinámico, adaptable y real, dadas las circunstancias en que vivimos.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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