La política es una actividad que determina la historia de las sociedades. Para muchos es un arte, para otros, una vocación o una disciplina; y no falta quien la considere simplemente un negocio o un enorme fraude. No obstante las múltiples posturas, es innegable su enorme relevancia en la constitución y desarrollo de las comunidades humanas; sin embargo, para pasar de la inactividad y la indiferencia -en la que millones de personas se encuentran-, a la participación en la vida pública, hace falta comprender, siquiera someramente, qué hay de cierto detrás del mar de opiniones que agitan el devenir del mundo en el que vivimos.
La sabiduría popular nos advierte: del dicho al hecho hay mucho trecho. Curiosamente este refrán puede equipararse a una sentencia del Premio Nobel de Economía 1976, Milton Friedman, quien afirmó que es un grande error evaluar las políticas por sus intenciones antes que por sus resultados. Resulta irónico que, luego de 40 años de política neoliberal, impulsada desde la escuela de Chicago que él mismo lideró, los malos resultados, como el enorme crecimiento de la desigualdad, la dependencia económica de los países en desarrollo o la marginación de sectores populares bajo una óptica empresarial de la administración pública, hayan terminado por agotar los postulados de esta corriente ideológica.
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Zacatecas no es ajeno a la historia universal. Nuestro deber es comprendernos como pieza fundamental del desarrollo nacional que impacta en todo el mundo. Para incidir en la transformación que México inició en 2018, es indispensable que la ciudadanía zacatecana determine decididamente el giro que dará la política local este año. Pare ello necesitamos evaluar, no por sus intenciones, sino por sus resultados, las dos fuerzas políticas que confluyen en nuestro territorio, tomando en cuenta tanto la coyuntura global de la pandemia provocada por la COVID-19, como los datos de desarrollo en nuestro estado.
De acuerdo con el Índice de progreso social publicado por México ¿Cómo vamos?, Zacatecas y Querétaro son las únicas dos entidades de la república que retrocedieron en su puntaje de 2019 a 2020, en el caso de nuestro estado, de los 32 puestos, pasamos del ya preocupante lugar 23, al 26. Por citar algunos ejemplos vinculados a la contingencia sanitaria y el desarrollo social, en cuanto al acceso al agua potable y saneamiento, ocupamos el lugar 21 con un puntaje de 75.7, por debajo de la media nacional de 80.7; respecto del acceso a la información y comunicaciones también estamos por debajo de la media nacional, que es de 66.5 puntos, con únicamente 59.3, lo que nos ubica en el puesto número 24; además, en el ramo de oportunidades, que incluye derechos personales, inclusión y acceso a la educación superior, fuimos junto con Guerrero, los dos únicos estados en retroceder, ocupando el lugar 21, también por debajo de la media.
En contraste, según datos del Panorama Sociodemográfico de México elaborado por el INEGI, 79.7 por ciento de la población zacatecana se encuentra afiliada a una institución de salud, resaltando el 49.6 por ciento que aglutina el Instituto de Salud para el Bienestar, fundado hace apenas un año, y que ahora protege a más personas en nuestro estado que el IMSS y el ISSSTEZAC en conjunto. Si a lo anterior sumamos la eficiente gestión de vacunas contra la COVID-19 por parte del gobierno federal, que ya ha entregado 3 lotes de dosis en nuestro territorio para iniciar la vacunación de personal médico y adultos mayores, resulta fácil comprender las diferencias entre una administración con sentido social, y una administración al servicio de unos cuantos.
POR DAVID MONREAL ÁVILA
COLABORADOR
@DAVIDMONREALA
avh