‘Primero los pobres’, el lema de la Cuarta Transformación, se vuelve contra estos y cobra nuevos significados. Los números no mienten: las personas en nivel de pobreza absoluta y extrema se han incrementado en México estos pasados dos años. Además, la respuesta del gobierno ante el peor descalabro de la actividad económica durante el último siglo no se ha visto (si acaso percibido solo marginalmente), con lo cual los indicadores de pobreza marcan una tendencia a la alza.
Tan solo en la Ciudad de México, de acuerdo a cifras publicadas por el gobierno de la capital, el número de comidas solicitadas (y entregadas) en los comedores comunitarios ha aumentado en cinco mil, llegando así a las 70,000 comidas diarias. Este indicador es sintomático de la agudización de la pauperización económica.
El CONEVAL, por su parte, ha continuado presentando sus números trimestrales, los cuales reflejan la debacle fundada en un apabullante cierre de negocios, crecimiento de la informalidad (sin ser proporcional al cierre), despidos masivos, una aguda caída del PIB y un nulo apoyo del gobierno a las cadenas productivas, como sí ha ocurrido en otras naciones.
Lo que es peor, el poco avance que se dio en la última década para reducir la pobreza sufre un retroceso, como lo señala dicho Consejo. Este deterioro se da por la caída del ingreso laboral real per cápita, un fuerte aumento en la tasa de desocupación y el incremento de los precios de la canasta alimentaria. Ello sin olvidar que la población de quince años de edad o más, cuyo ingreso laboral se ubica por debajo de la “línea de pobreza extrema por ingresos”, ha aumentado. Tan solo en el tercer trimestre de 2020, alcanzó el 44.5%; esto es, aumentó más de 6% respecto al año anterior.
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En otras palabras, casi la mitad de la población en edad de trabajar se encuentra catalogada dentro de lo que se conoce como “pobreza extrema por ingresos”, lo cual es una verdadera tragedia. La gente de este estrato no solo debería tener un trabajo fijo, digno y bien remunerado, sino que el encontrarse en pobreza extrema significa que el país está desperdiciando a su fuerza laboral, integrada por quienes precisamente podrían impulsar el desarrollo de México.
El gobierno federal argumentará que todo es imputable a la pandemia y que sus programas sociales han ayudado a la población en general con transferencias monetarias, y que estas a su vez mejoran el ingreso de los hogares. Esta es, si acaso, una verdad a medias.
Se trata de transferencias no condicionadas. Esto es, no se le pide a quien lo recibe un mínimo de compromiso o de retribución a cambio. Por ejemplo, para el caso de las ‘becas Benito Juárez‘ no se pide siquiera que el alumno obtenga buenas calificaciones. En ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ no se requiere que realicen un trabajo de excelencia. Presumir que se entregan las pensiones en tiempo y forma es demagógico, pues es algo que ya se venía realizando a cabalidad.
Las cifras duras dadas a conocer recientemente por el INEGI y el CONEVAL continúan: en 28 de las 32 entidades federativas, la pobreza aumentó; solo en cuatro se redujo ligeramente y mismo donde esto sucedió, se presume que es por el incremento en la entrada de remesas, no debido a lo realizado por el gobierno.
Hasta aquí un somero esbozo de la realidad que estamos sufriendo.
La conducción de los distintos gobiernos del orbe es lo que ha permitido la diferencia entre tener un mayor número de personas en pobreza o poder mantener los distintos niveles de vida prácticamente inalterados.
En México se revierten los menguados avances en la reducción de carencias sociales; aumenta la inflación y se pierde el acceso a salud. El resultado ya lo conocemos: la 4T es una fábrica de pobres. Y encima lo presumen: “primero los pobres”. Que lástima que lo estén logrando.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM
@MALOGUZMANVERO
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