ANECDATARIO

“Hombre de familia”

Pero lo que m��s agradezco es haberlo visto también en su faceta de esposo, de padre, de suegro, de anfitrión

OPINIÓN

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Atala Sarmiento / AnecdATArio / Opinión El Heraldo de México Créditos: FOTO: Especial

Una sola página no basta para hacer justicia a todo lo que podría escribirse sobre el gran Vicente Fernández.

Hoy que el último de los intérpretes del género ranchero de la época dorada nos ha dejado, puedo decir que me honra contarme entre las periodistas que tuvimos la oportunidad de entrevistarlo. Lo hice en diferentes momentos de su carrera, bajo muy diversas circunstancias y en múltiples escenarios.

Pero lo que más agradezco es haberlo visto también en su faceta de esposo, de padre, de suegro, de anfitrión.

Asistí hace algunos años a un evento de carácter familiar y privado que se llevó a cabo en su rancho Los Tres Potrillos, en Guadalajara.

Éramos un grupo de mujeres a las que, para empezar, se nos dio una especie de recorrido turístico para conocer una parte del rancho en donde la familia solía llevar a cabo su dinámica diaria.

Accedimos después a una de las cabañas para degustar unos aperitivos y nos sentamos en una salita cuyo techo era una bóveda de gran altura en ladrillo rojo.

Desde el centro se descolgaba un largo cable del que pendía una lámpara que simulaba un candil hecho a base de cornamenta de venado.

La convivencia transcurría en un ambiente muy ameno de anécdotas divertidas cuando alguien compartió que tuvo el tino -o desatino- de comentarle alguna vez en el pasado a doña Cuquita: Cuca quita estos candiles por favor ¡Cuernos ni en las lámparas! a lo que siguieron unas nerviosas carcajadas de todas las presentes.

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Después nos trasladamos a un jardín donde se había montado una gran carpa para el evento.

Don Vicente había pasado la mañana trabajando en las caballerizas y no lo habíamos visto.

De pronto, a lo lejos, se vio un auto que se acercaba hasta nuestro espacio, del que bajó Don Vicente vestido de negro de los pies a la cabeza. Se acercó a paso lento con esa sonrisa tan franca que iluminaba todo, y con esa calidez y cercanía muy características de su trato personal. Nos saludó a todas como un caballero ¡Era un gran anfitrión!

Había un mariachi presente que se arrancó con unos acordes a petición del cantante quien lanzó una mirada coqueta a su mujer. Cuquita se levantó como una adolescente ilusionada con su primer amor y corrió a los brazos de su marido. Bailaron mirándose a los ojos mientras Vicente le cantaba.

Después le cedió el micrófono a América, primera esposa de Alejandro, quien entonó una canción que cantaban a dueto cuando estuvieron casados. Cuca la contemplaba desde su silla con una mirada llena de nostalgia y, aunque lo hizo discretamente, no pudo evitar limpiarse las lágrimas con un pañuelo. Ahí supe cuánto le dolía aún la ruptura de su hijo.

Así de afectuoso como llegó, Don Vicente se retiró del festejo dejando muy claro que, por encima de un gran artista, fue un hombre muy de casa.

POR ATALA SARMIENTO
COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@ATASARMI

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