DESDE AFUERA

Tiempo de una nueva realidad

Todo un nuevo grupo que podría definirse como latino-estadounidenses, y dos tercios de ellos, son de origen mexicano o nacidos en México

OPINIÓN

·
José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

Para el nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, los dos países son "dos naciones con un futuro".

La frase es tan retórica como se quiera, pero puso sobre la mesa una realidad que debe ser considerada por los responsables de pensar y ejecutar la política en México: según Salazar, los 45 millones de personas de ascendencia mexicana en EEUU, en combinación con 126 millones de mexicanos en nuestro país, "crean fuertes vínculos" entre los dos vecinos.

Y tiene razón. Los mexicanos y mexicano-estadounidenses son una población creciente en EEUU, con una influencia política, económica y cultural también en aumento.

Salazar participó en la misma conferencia en la que un reporte puso de relieve que el PIB de los estadounidenses de origen latino llegó a 2.7 millones de millones de dólares en 2019, y que su crecimiento demográfico ya no sólo se debe a la inmigración sino mayormente a sus hijos o nietos.

Todo un nuevo grupo que podría definirse como latino-estadounidenses. Y dos tercios de ellos son de origen mexicano o nacidos en México, con una diversidad étnica grande como la de nuestro país: blancos europeos, indígenas, mestizos, afrodescendientes y salpicaduras chinas, japonesas o árabes y judías.

Los alrededor de 11 millones de nacidos en México que hoy radican en Estados Unidos, con o sin papeles, son el mejor argumento para una relación prioritaria. De hecho, son quizá 97 por ciento de los mexicanos que viven fuera del país y un impacto potencial considerable: tan sólo sus remesas, que en 2020 fueron por 40,604 millones de dólares y en los primeros ocho meses de 2021 habían alcanzado ya los 32,930 millones, se han convertido en la principal fuente de divisas para el país.

Y eso, sin hablar de relaciones familiares o capacidades de cabildeo en sus sitios de residencia.

Ningún grupo es totalmente homogéneo y ciertamente pueden hacerse distinciones entre los descendientes de mexicanos que viven en California, Illinois o Texas, por nombrar solo a tres de los principales centros de población mexico-estadounidense. Pero esencialmente, los méxico-estadounidenses ven más y más por sus propios intereses en lo que es ahora su país, aunque mantengan afecto por México y su cultura como un factor de comunidad.

Miguel Basáñez, el académico que fue por unos meses embajador de México en Washington, proponía en su momento que se buscara crear no solo vínculos familiares sino alianzas económicas y políticas con los mexico-estadounidenses, como lo ha hecho el estado israelí con los judío-estadounidenses.

Que la comisión de Basáñez no hubiera tenido el éxito deseado no le quita razón a su propuesta.

Pero tal vez sea el momento de adoptar una postura proactiva y establecer una política de Estado que promueva la vinculación no sólo con la "diáspora" mexicana sino también con una descendencia que ya no lo es.

Y eso implica también cambiar actitudes en México. 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS.
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM 
@CARRENOJOSE1

PAL