DE LEYENDA

Personal

El futbol nacional es pasión que se desborda, se contagia, se multiplica, y claro, se sale de control. Y el descontrol tiene lados muy oscuros

OPINIÓN

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Gustavo Meouchi / De Leyenda / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

“La selección nacional es otra cosa”. Lo dijo un comentarista deportivo al término de un partido de Inglaterra en la pasada Eurocopa. En ese momento se refería a la actitud de Gareth Bale. Se sabe que el delantero madridista ha causado polémica en los últimos años porque, para muchos, muestra una actitud algo apática en el campo y ha hecho declaraciones que indican que está un poco saturado del futbol. Nada de eso se reflejó en su actuación con Gales, en ese torneo. Corría, arengaba, dirigía, peleaba cada balón, acompañaba. La conclusión para el comentarista y para muchos de nosotros fue obvia: La selección nacional es otra cosa.

Hay muchos otros ejemplos. Recientemente Neymar Jr. declaró que se está planteando el retiro tras el Mundial de Qatar 2022. Miles de debates y conclusiones pueden obtenerse de ahí, pero me parece significativo que la meta del jugador esté ligada a un triunfo con su selección y no con el club en donde juega.

Podemos sumar a los ejemplos la situación de Dani Alves, de Leo Messi, de tantos otros jugadores de élite cuyo sueño, y frustración, gira alrededor de las metas con la playera nacional.

Me parece que para la afición no es diferente. Lo he dicho antes, conozco muchas personas que el único futbol que miran es el de los mundiales. La verde, en nuestro país, disuelve conflictos, reconcilia amigos y familias, hermana conocidos. El día que juega México los jugadores convocados que están en Europa vuelven a casa, los rivales acérrimos, enfrentados por sus clubes en el torneo regular, se combinan y entonces no duele apoyar al portero del equipo que te hizo sufrir en el juego de la jornada regular, le festejas el paradón que normalmente hubieras odiado.

El futbol nacional es pasión que se desborda, se contagia, se multiplica, y claro, se sale de control. Y el descontrol tiene lados muy oscuros.

Aquí es necesario hacer una confesión: nunca me han gustado las eliminatorias mundialistas de la Concacaf. Desde que tengo memoria siempre hago un esfuerzo por ver todos los partidos del Tri, pero hay algo que me desagradó desde muy joven y que ahora, con la edad, he podido entender desde otro lado: la violencia en el futbol.

Cuando era joven un partido del Tri era una batalla, se podía ganar, se podía perder, pero tú, como afición, tenías que apoyar. Comprar la playera, desgañitarte ante la pantalla o en el estadio, abuchear al rival, disfrutar los goles, celebrar los triunfos o desolarte por las derrotas.

Recuerdo muy lejanamente los partidos de la eliminatoria realizada en 1977 para clasificar al mundial Argentina 78. La ronda final se jugó en territorio mexicano; las sedes fueron el Estadio Azteca y el Universitario en Monterrey. Recuerdo a jugadores como Víctor Rangel, Raúl El CoraIsiordia, Javier El Kalimán Guzmán, Alfredo El Alacrán Jiménez y Hugo Sánchez, entre otros. De esa época solo recuerdo la felicidad que me provocaba algún gol del Tri, que por cierto se clasificó invicta después de una ronda fenomenal. Lo que pasó en el Mundial no tuvo nada que ver con ese gozo.

En 1981 la Selección llegó a la ronda final del clasificatorio con sede en Honduras. Nos había ido mal en la tierra catracha, llevábamos una victoria y tres empates en cuatro partidos disputados. La desgracia se concretó en el último juego en el Estadio Nacional de Tegucigalpa con una dolorosa derrota que implicó la eliminación. No pudimos asistir al mundial de España 82, uno de los mejores que se recuerden y en el que Honduras y El Salvador representaron a la zona.

También quedamos fuera del mundial Italia 90 por aquel vergonzoso escándalo de los cachirules en la Sub 20. Esos dos episodios son los únicos, desde que yo veo el futbol, en los que no hemos representado a la zona en los mundiales.

Eso no significa que las clasificaciones hayan sido sencillas, al contrario. Pero pelear los partidos jugando en la cancha es algo que se asume parte del futbol. Lo otro no. El episodio más dramático que recuerdo fue aquella entrada criminal a Cuauhtémoc Blanco, en el minuto 26 de partido contra Trinidad y Tobago, el 8 de octubre de 2020. Blanco salió caminando de la cancha ese día, lo que empeoró la ruptura de su ligamento cruzado, lateral y el menisco. 8 meses de rehabilitación fue lo que Blanco pagó por esa entrada, pero considerando la fuerza que AnsilElcock le imprimió al impacto, el precio pudo haber sido más alto.

Las agresiones a jugadores nacionales no se limitan a la cancha y no se dan solo a nivel de jugadores. Cuando el Tri viaja a veces reciben a los jugadores en su hotel con chiflidos o “serenatas” que impiden su concentración. Nuestro himno ha sido silbado y abucheado, nuestras banderas agredidas. Y sí, nuestra afición lo ha hecho también con otras selecciones cuando vienen aquí y parece haber la oportunidad del desquite, lo que no justifico en absoluto y es parte de una cadena que se tiene que romper urgentemente.

Pero en las eliminatorias recientes, las cosas, me parece, están llegando a extremos peligrosos. Vimos al Chucky Lozano casi ser desnucado en directo en la Copa Oro y hace poco más de una semana, en el partido contra Honduras, Maynor Figueroa fue expulsado tras la entrada sobre Raúl Jiménez que está apenas de vuelta de una lesión que le pudo costar la vida.

Eso, por terrible que sea, no es todo. Hemos visto también que la afición lanza proyectiles a la cancha, con el riesgo de golpear a un jugador y lesionarlo. Insisto, esto tiene que parar.

No es algo exclusivo de Norte y Centroamérica, lo sabemos. Las cosas en Sudamérica también suelen complicarse bastante. Con motivo del partido de Argentina contra Uruguay, circuló un audio que recupera comentarios de los aficionados uruguayos. “Rómpele una pierna, hazle algo, te está pintando la cara, hazle algo” se oye en un fragmento. Más adelante se escucha a otra persona decir que ya no se puede salir a agredir para ganar un partido, que, si estás jugando contra un crack y le pegas, ese crack se va a levantar y te va a seguir ganando, que hay que aportar por la calidad y la técnica de juego.

Al oír esas voces no puedo evitar sentirme interpelado. Yo he sentido la frustración de perder, una y otra vez, irremediablemente contra un equipo claramente superior. Es algo que te apela a nivel personal, muchos lo tomamos así: personal. Pero no creo que se justifique pedir a mi selección que lastime a esos equipos, aunque está claro que, para una parte de la afición, sí. Por otro lado, es bueno saber que entre aficionados nos estamos haciendo las preguntas, estamos tratando de llamarnos unos a otros a cambiar de mentalidad, a buscar otras formas de apoyar y de exigir. Exigir un mejor futbol y no solo un desquite.

Los clubes de futbol también están presionando. El Nápoles italiano y el Wolverhampton inglés, se han mostrado cada vez más reticentes para dejar viajar a sus jugadores a la convocatoria nacional y han mostrado públicamente su preocupación por las situaciones que se presentan en los juegos de eliminatorias de selecciones tanto por el COVID, como por la violencia en los estadios. No son los únicos y no solo pasa con jugadores mexicanos.

Y entonces viene mi pregunta: ¿Qué está haciendo la Concacaf?, ¿la Conmebol?, ¿la FIFA? ¿Por qué el arbitraje a veces es tan permisivo? ¿Por qué no hay una política más enérgica contra la violencia en los estadios? Muchos dirán que los esfuerzos de la FIFA están siendo poco productivos por ejemplo en la erradicación del grito homofóbico en México; en parte es cierto. Pero creo que muchos aficionados percibimos que no todas las cuestiones se atienden con el mismo impulso institucional. El grito homofóbico es inaceptable y se tiene que erradicar, eso no está a discusión. Pero la violencia en los estadios también está mal, es inaceptable y se tiene que hacer un esfuerzo de erradicación institucional mucho más decidido. La violencia en los estadios puede, cualquiera de estos días, acabar con la carrera e incluso la vida de un jugador.

Me parece que es momento de que las instituciones más importantes de la región, a nivel de futbol de selecciones, comprendan que tienen entre manos un juego que apela a las fibras más emotivas, más personales de la afición y que tienen que intervenir con mucha más decisión, inteligencia y cuidado; que debe percibirse un compromiso importante en discutir y enfrentar un problema tan grave. ¡Ojalá!

POR GUSTAVO MEOUCHI
COLABORADOR
@GUS23258924

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