“La libertad de expresión tiene sus límites, y esos límites comienzan cuando se propaga el odio.”
Ángela Merkel
Antes, durante y después de la jornada electoral del 3 de noviembre, el candidato presidente Donald Trump denunció fraude y arengó a sus seguidores hasta terminar convocándolos a manifestaciones salvajes para evitar el robo.
La manifestación salvaje ocurrió el 6 de enero, cuando una turba allanó el Capitolio, donde se protocolizaba el triunfo de Joe Biden.
Trump llegó a la presidencia hace cuatro años y sencillamente no estaba dispuesto a irse.
Por eso incitó a sus seguidores al arrebato, la violencia, el allanamiento. Por eso les ordenó atentar en contra de la democracia. Por eso propició la muerte de cuatro personas. Por eso seguía en una pantalla, tenso e inquieto, las escenas de la revuelta, mientras familiares, amigos y colaboradores celebraban el asalto.
Incluso cuando llamó a sus seguidores a irse a sus casas en paz, soltó el fondo residual de su ira: les dijo que comprendía su dolor y su coraje porque les habían robado. El Trump de siempre: hasta cuando habla de paz reparte odio.
No es sorpresa: desde que anunció sus intenciones de buscar la candidatura republicana en 2016 se mostró como lo que es, y así lo eligieron.
Antidemócrata, en las dos elecciones dijo que, si ganaba, aceptaría los resultados; antiinmigrante, sugirió que los soldados dispararan a las piernas de los migrantes para detenerlos en la frontera; antimexicano, nos llamó criminales y violadores y prometió un muro que no pudo construir; misógino, llamó “asquerosa” a Hillary Clinton y dijo que las mujeres eran objetos y que ser estrella le permitía “hacerles cualquier cosa”.
Para Trump, negacionista del cambio climático y la pandemia, persecutor de la prensa y enemigo de las instituciones, la democracia es un estorbo.
Por eso, en cuanto se le atravesó en el camino apostó por la insurgencia y el caos y amagó a las instituciones. Pero las instituciones resistieron.
Por su parte las redes sociales, ante la convocatoria de Trump a la sedición y aplicando reglas que sus usuarios conocen, suspendieron indefinidamente las cuentas del presidente de Estados Unidos. Tan insólito como necesario y justo.
Ante el temor de ser destituido, Trump redujo la belicosidad de su discurso y dijo que aseguraría una transición pacífica, sólo para anunciar momentos después que no asistirá a la ceremonia de inauguración del mandato de Joe Biden.
Trump será siempre Trump. Sin remedio.
Sin cambio posible y con más de 130 millones de votos en dos elecciones, la sombra de Trump seguirá rondando la Casa Blanca, en ansiosa espera de estar en la boleta en 2024, a menos que los republicanos hayan aprendido la lección.
“Las palabras de un presidente importan, no importa qué tan bueno o malo sea. En el mejor de los casos, puede inspirar; en el peor, incitar.” Joe Biden, Presidente electo de EUA
POR MAURICIO FARAH
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