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Desde mi cocina

me gusta mucho cocinar y he gozado hacerlo; qué dicha es tener en casa a los restaurantes que nos gustan

OPINIÓN

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Han sido días tan particulares. Soy de las privilegiadas que ha logrado recrear una armonía interior, costosa, no digo que no, pero ahí voy, cuidando lo que quiero e importa.

Me despierto muy temprano y, como es recurrente en mi vida desde que tengo uso de razón (un día les cuento de mi colección de vajillas miniatura), pienso en los sabores que me pueden hacer feliz, en el gozo de ver a mis hijas sonreír comiendo y disfrutando la mesa.

Me fascina por ejemplo recibir exigencias de mi descendencia -soy muy poco tolerante a que me exijan que quede claro-, del tipo de tortillas para las quesadillas o para los huevos a la mexicana. Conocer cuáles son los lados de la tortilla, reconocer las de máquina y privilegiar el nixtamal. Y ojo, las que llegan a casa echadas a mano por expertos que investigan y veneran el maíz, son nuestra fascinación.

Me he dedicado a revisar recetas de curry. Verde, amarillo, rojo, y últimamente bastante vegetal y coco. Y sí, aunque me hayan criticado enormemente, me compré una slow cooker -y arrocera-, de la cual han salido fantásticas creaciones caldosas. Me he hecho adicta a las latas de tomates enteros italianos, a hervir consomé de verduras para casi todo y a las sales que le hacen bien al cuerpo llenas de minerales.

Debo reconocer que me gusta mucho cocinar y por ende he gozado hacerlo, pero qué grandes opciones tenemos hoy de llevar las mesas de los restaurantes que nos gustan a casa. Pan de masa madre elaborado en familia, ostiones San Blas y su mignonette, menús degustación completos de enormes cocineros, todo, seguro y en casa. Dense una vuelta por las redes sociales y echen una mirada a la enorme oferta. ¿Recomendaciones?, el menú de Lalo García es glorioso, las sopas de Galanga emocionantes y las pizzas de Milk un cachito de cielo.

Pensaba el otro día, si de las cazuelas de cobre que estoy puliendo saliera un genio y me otorgara deseos relacionados con la gula y el antojo, pediría cositas que hoy me quedan lejos. Sí, traigo antojo de caviar, de un taco de pescado de Diego Hernández, de un paté de hígado de pollo en terraza con pajaritos y de mucho Borgoña. Pero ya vendrán.

Quiero salchichas, Dios, añoro unas buenas. Ya tremendo cocinero me envió unas que muero por acompañar hoy viernes con chucrut. El sábado estaré de fiesta con mole verde de Nicos (aún están en tiempo para pedirlo con libro de Larousse, Balero espumoso y Reserva de la Familia) y brindaré por el futuro. Felicidad que no provenga de la comida y del alcohol, diría mi padre, es ficticia.

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POR VALENTINA ORTIZ MONASTERIO
gastrolab@elheraldodemexico.com
@valentina-ortiz

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