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Encrucijada

OPINIÓN

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A unos cuantos días de que los equipos de Fórmula 1 A retomen la actividad, en el circuito belga de Francorchamps, la pregunta recurrente de las últimas semanas permanece flotando en el aire, aún sin una respuesta clara: ¿hacia dónde se dirige la categoría reina del automovilismo? Las opiniones son diversas y hasta controversiales. Los puristas opinan que esto se acabó desde hace varios años. Otros no ven el panorama tan negro. Parece que se trata de una guerra soterrada entre nostálgicos y pragmáticos.
Vivimos en una época que necesita alentar la fabricación de máquinas que se nutran de “energías limpias” o renovables (como ya lo hace la Fórmula E), pero sin perder la esencia de la carrera, que, como dijo Dan Gurney en su día: “Es ir tan deprisa como uno pueda, pero sin matarse”.
Como el piloto neoyorquino tiene razón, es cuestión de encontrar las respuestas correctas a esas interrogantes. Es obvio que no se pude regresar a los motores V8 o V10, como tampoco se podrían sustituir las paletas de cambio de marchas detrás del volante por la clásica palanca al piso, o que los coches se detuvieran a repostar gasolina, que hasta hace algunos años era un atractivo añadido a la estrategia de carrera. La tendencia más lógica será mejorar el desarrollo tecnológico de los motores híbridos, con todos los ajustes que se requieran para hacerlos más baratos y más ruidosos, un asunto por el que suspiran muchos aficionados que añoran escuchar el emocionante rugido delos coches.
También están los que han comenzado a renegar del “halo”, que será forzoso adaptar a los monoplazas de 2018 como una medida extra de seguridad -horrenda, visualmente, desde luego- para proteger la cabeza de unos pilotos que ya no correrán a “cielo abierto”, lo que representaba una reminiscencia de un pasado glorioso y cargado de romanticismo.
En medio de tantas discusiones, y a urgencia de controlar el gasto de las escuderías, Liberty Media deberá conciliar los intereses y tener un plan bien estructurado para 2021, una vez que concluya el Pacto de la Concordia. Es preciso determinar cuáles serán las directrices de la Fórmula 1 del futuro.
Quizá valdría la pena que la FIA promoviera un gran consenso entre las mentes más brillantes y experimentadas, a fin de propiciar una “lluvia de ideas” de la que se extraigan valiosas conclusiones. La encrucijada se encuentra ahí, a la vista de todos. Urge poner a la mayoría de acuerdo.
Porque al final, el logro será mantener un equilibrio entre espectáculo, negocio y desarrollo tecnológico, una desafiante mesa de tres patas sobre la que parece complejo sostener en pie a la Fórmula 1. No es imposible. Hay que ser optimistas y mirar hacia el futuro.  
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