Hubo un tiempo –y aunque hoy se antoja muy lejano en realidad no lo está tanto– en el que a pesar de su estilo estrafalario, no sólo era posible hacer negocios con Donald Trump, sino también hallarlo simpático por más escandalosa que pueda parecer hoy esta aseveración.
Sus incursiones a la WWE, el negocio de su amigo Vince McMahon, así como el reality show The Apprentice, lo convirtieron en un personaje odioso, sí, pero personaje al fin. Alguien que no debería ser tomado muy en serio, pese a lo cual continuó siendo un empresario exitoso.
Las virtudes de la democracia ofrecen, al menos en teoría, la posibilidad de que cualquiera pueda ser elegido para un cargo público y, como ya se ha visto, ese cargo puede ser incluso la presidencia del país más poderoso de la Tierra.
Los electores de Trump, la “América” blanca, religiosa, rupestre, fanatizada e ignorante, la misma que acude a las arenas de lucha libre o dedicaba una hora de su tiempo a contemplar su show en la NBC, es ciertamente la responsable de su unción como presidente de los Estados Unidos, pero no son los únicos. El Partido Republicano, ávido de retomar el poder tras los dos periodos de Barack Obama, no se detuvo a razonar ni a pensar más allá de sus narices.
Hoy que parece ya demasiado tarde, y ojalá no lo sea, algunas voces comienzan a disentir, a voltear la mirada o alejarse por completo.
En el caso específico de los empresarios, la industria tecnológica fue la primera en alejarse de Trump motivada, entre otras, por la retirada del Acuerdo de París. En tanto responsables del desarrollo actual del mundo, tiene sentido que los jóvenes y no tan jóvenes geeks se desmarquen de una figura rancia y maloliente. Pero ya se ve que no son los únicos.
Tras su silencio primero en relación a los sucesos de Charlotesville, su ambigüedad después, su aparente condena a los supremacistas blancos y neonazis, y su retractación posterior, un número importante de los miembros de los consejos empresarial e industrial decidió retirarse. Pero como Trump es Trump no sólo presidente de los Estados Unidos, optó por disolver estos órganos consultivos como si tal cosa y como si hubiera sido iniciativa suya quedarse solo.
La lista es larga. Boeing, Merck, Walmart, Tesla, Under Armour, Apple, Intel, 3m, Campbell, por nombrar unos cuantos y los más visibles.
No es ésta una buena señal por más que sea consecuente y lógica en tanto representa una protesta en contra del discurso de odio que tras la llegada de Trump a la Casa Blanca ha emergido y ya empieza a campear, saca antorchas, esgrime swásticas y llegado el momento arrolla personas.
Y tampoco es poca cosa. Silicon Valley y una buena parte de Wall Street le están dando la espalda a un hombre con el que en otro tiempo podían hacerse negocios. Un hombre que hoy, infortunadamente, es el presidente de los Estados Unidos.
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