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Uber: callejón sin salida y vuelta en 'U”

OPINIÓN

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Jueves 22 de junio, 14:15 horas, espero frente al número 580 de la avenida Prado Sur, en el barrio Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México. El taxista de Uber llega tres minutos más tarde. Me dirijo a la Torre Mayor, pero él toma la dirección opuesta pues la aplicación de su GPS no se redirecciona inmediatamente. Cuando al fin ocurre, cae en la cuenta de su error. Un error que no debería cometer una persona que conduce un taxi. Mejor dicho, un Uber. El error de ese conductor me hace pensar en Travis Kalanick, el recién destituido CEO de la empresa que en los últimos meses cayó en desgracia a partir de diversas denuncias de acoso sexual y discriminación laboral. Pero, más allá de eso, que por sí mismo es suficientemente grave, me detengo en aquel escándalo en el que Kalanick discute con un conductor de Uber. Kalanick zanjó la discusión con estas palabras: “A algunas personas no les gusta hacerse responsables de su mierda. Culpan a otras personas de todo en sus vidas. ¡Buena suerte!” Pero no fue esa la mayor falta que cometió esa noche. El concepto detrás de Uber fue concebido por Garret Camp, quien la víspera del año nuevo de 2009, junto con un grupo de amigos contrató un chofer privado; al final de la noche la cuenta era de 800 dólares y Camp se obsesionó con la idea de reducir los costos al mínimo. Fue así como surgió una idea genial. Y si nos hacemos de una fuerza laboral que posea sus propias herramientas de trabajo. Y si nos valemos de ellas como si fueran nuestras. Y sí le decimos a esa fuerza laboral que son nuestros socios. Y si los hacemos sentir orgullosos de pertenecer a Uber. Y si… De un día para otro, Uber se hizo de una flotilla mundial sin comprar un solo auto y en sólo ocho años se convirtió en una empresa cuyo valor especulativo rondó 70,000 millones de dólares a principios de año y hoy ha caído en torno a los 50,000 millones. Encendidas las alarmas, y vacío el timón, no hallo mucha diferencia entre la forma de operar de la compañía y los desatinos de Luis Alejandro y otros miles de conductores de Uber, que sin un GPS al frente cualquier día podrían acabar conduciendo en el Polo Norte. Aunque hay una petición en marcha de empleados de Uber para que Kalanick regrese a su puesto, ha quedado claro que no es el hombre que debería dirigir una empresa que en el papel es exitosa, pero que en el inconsciente colectivo ha dejado de ser sexy hace tiempo. Pero si la soberbia de Uber acepta ideas, hay una muy brillante de Arianna Huffington, fundadora del diario online que lleva su nombre. Huffington ha soltado el nombre de Sheryl Sandberg, la COO de Facebook, como posible sustituta de Kalanick. Si alguien puede poner orden en Uber, es ella. Pero ya lo dijo el propio Kalanick: “A algunas personas no les gusta hacerse responsables de su mierda”. Buena suerte, Travis.   Columna anterior: ¿Cuántos imperios necesitas?