La presentación de una versión modernizada de la clásica obra "Julio César" desató una nueva polémica en Estados Unidos.
La obra de William Shakespeare es escenificada con vestuarios y referencias modernas, tanto como el actor central, dotado con una melena y vestido con largas corbatas en una no muy sutil referencia al ahora presidente Donald Trump.
Y eso no incluye la parte del asesinato, que ha irritado a grupos conservadores.
La polémica en torno a "Julio César" y su "atrumpado" personaje central desató otra vez las comparaciones entre Trump, un mandatario que no parece saber dónde está ubicado, ni de los límites y los poderes de su puesto, y el modelo autoritario del César, que de hecho dio el último golpe a la República Romana.
El propio Trump no parece preocuparse de ello. Al contrario. Pero, de hecho, su imperioso estilo ha sido referido al cesarismo una y otra vez.
Y esto lleva al lunes, cuando Trump se vio en el centro de uno de los más grandes actos de cortesanía pública en la historia estadounidense. Uno que probablemente propició, que ni siquiera debió haber ocurrido y probablemente nunca se dio antes.
"Gracias por la oportunidad, señor Presidente", fue el mensaje de miembros del gabinete que rodea a Trump .
Literalmente cada uno de los secretarios que forman el gobierno estadounidense, así como su jefe de asesores Reince Priebus, tomaron turno para agradecer al mandatario su liderazgo y la oportunidad de servirlo.
Esto, inmediatamente después de que Trump afirmara que es el mandatario con más logros legislativos, en los primeros seis meses de gobierno, salvo la excepción del punto de referencia llamado Franklin Delano Roosevelt, que marcó los estándares.
Al margen de la cuestionable veracidad del reclamo, fue clásico Trump: un personaje acostumbrado a tratar de llamar la atención sobre sí mismo, a presumir sus logros -reales o imaginarios- y atractivo para un sector del público estadounidense, que hasta ahora lo apoya sin preocuparse por sus problemas.
Lo cierto es que se da en un marco de polarización política sin precedentes en décadas.
Los coprotagonistas fueron los mismos funcionarios a los que constantemente ha desmentido o rebatido a través de sus tuits; son los mismos que por derecho propio pueden ser considerados individualmente como estrellas de las finanzas, como Rex Tillerson o Steve Mnuchin, de la actividad militar como James Mattis o John Kelly, o la política, como Nikki Haley o el propio Priebus.
Todo esto en el marco de todas las críticas hechas al tono de su gobierno y las cada vez más frecuentes denuncias sobre posibles conflictos de interés por la falta de una división clara entre su gobierno y sus negocios.
Si esto tendrá o no consecuencia en el gobierno estadounidense y sus acciones está sujeto a discusión.
Si esto es o no una burla de Trump y sus funcionarios a las críticas en su contra, o si es un acto serio, está por verse. Si es una broma, realmente es una fina forma de burlarse de sus críticos. Si fue en serio, o fue inadvertido, puede sentar un precedente lamentable para los estadounidenses.