En mi pasada colaboración hablé de la importancia de buenas relaciones diplomáticas con los países de Asia, resaltando la importancia de China y Japón. En esta ocasión toca el turno al tema de las relaciones económicas internacionales entre México y esa región, que sin duda podrían ser un complemento para la estrategia de diversificación comercial de nuestro país.
A raíz de los sucesos recientes relacionados al comercio exterior de México, nos hemos percatado de que hay una tremenda dependencia de nuestras operaciones externas (importaciones y exportaciones) con Estados Unidos: 82% según datos de la Secretaría de Economía de México (SE). México se entregó a la dinámica del TLCAN hace 22 años y nuestro gobierno, con el consentimiento del sector exportador, prefirió concentrarse con los socios tradicionales en lugar de buscar la diversificación real de ventas y compras al extranjero. La facilidad que ofrece hacer negocios con los miembros del TLCAN a través de la logística (trasporte, seguros y flete), la cultura de los negocios y las formas de cobranza internacional a través de los bancos corresponsales profundizaron esto. Intentarlo con Asia representaba un reto mayor. Se prefirió financiar nuestro déficit con Asia, que de acuerdo al Banco de México (BM) en el 2016 fue de 118,331,778 millones de dólares, con lo ganado en el marco del TLCAN, es decir, 123,867,260 millones de dólares.
¿Qué se puede hacer al respecto? Me parece que mucho. La coyuntura en los Estados Unidos nos da la pauta de generar una estrategia en Asia a largo plazo con objetivos políticos (recuperar confianza) y económicos (diversificación de mercados) con los tres países con los que se concentra la relación con la región: China, Corea y Japón en una primera fase; en una segunda, tendremos que invertir nuestros esfuerzos en otros países (India, Vietnam, Singapur, Indonesia Malasia y Tailandia) en vísperas de cristalizar la tan famosa diversificación.
En ello la Cancillería, que recientemente anunció cambios y reformas a su interior (asensos, libertad para los miembros del Servicio Exterior Mexicano y más contrataciones) tendrá que hacer trabajo de sinergia con la Secretaría de Economía, especialmente con PROMEXICO para delinear el nuevo perfil de nuestros gestores en el exterior. Una versión de la Nao de China del siglo XXI podría ser el regreso de nuestra relación dinámica con Asia, misma que por motivos de fuerza mayor (proceso de independencia) tuvimos que dejar. La estrategia debe ir más a allá de lo que en comercio exterior se denomina “oferta o demanda exportable”. Buscar encadenamientos productivos (industria del soporte) en sectores donde México es competitivo es una opción.
El sector automotriz sería un buen inicio, pero no se debe de quedar ahí. La inteligencia comercial deberá llevarnos a armonizar nuestras fortalezas y debilidades comerciales (sectoriales) en vísperas de un fortalecimiento de la planta productiva del país que lejos de ser vulnerable a la llegada de los inversionistas provenientes de Asia, se prepare para competir y crecer. En este escenario, una alianza entre las Universidades, Centros de Investigación y el sector productivo del país es una necesidad ante un suceso de fuerza mayor (el factor Trump) que nos marca la pauta a seguir. Asia nos espera. Espero que en esta ocasión no la dejemos plantada.