Fue como volver a mis épocas de Telehit y no a aquéllas divertidas en las que me quedaba brindando en los "afters" del "Vive Latino" o viajaba a lugares increíbles para los especiales de "Verano Telehit", sino a la parte incómoda de abrir tus mensajes y encontrarte con amigos de la infancia (que la neta no eran tan amigos), primos lejanos y por supuesto la dueña de la tienda de abarrotes a la que le diste tu número "por si acaso" el día que te embutiste ese pedazo de queso en su tienda sin siquiera checar que tuvieras algo de efectivo en la cartera... La cuestión es que todos se hacen presentes en tu celular para pedirte el "favor" de que les consigas ese ticket dorado (sí, como el de Willie Wonka, pero sin dulces ni el freak que los produce) para ese evento súper especial que se está anunciando y que seguido de un extraño intento de parecer cercanos y estar interesados en tu vida viene con un: "sería lo máximo para mí ir; si no se puede, no hay problema".
A pesar de que eran muchos mensajes, me sentí halagada: hace mucho no me pasaba porque como trabajo en un matutino, pasé de ser la que consigue boletos para "Metállica" a la que le preguntan si la faja reductiva que anuncia sí funciona. Y según yo es parte del proceso de madurar, pero no digan nada. La cuestión es que el solicitado boleto que tanta gente me pedía era para el show secreto del caballero inglés de 23 años, Harry Styles: así es... el baby Mick Jagger, el ex One Direction favorito de muchos, el del cabello largo, el de los ojos soñadores... el, el que deberías saber perfectamente quién es si te quieres considerar mínimamente millenial o mínimo no desconectadísimo del mundo del pop de los últimos tiempos.
Y la verdad es que Harry lo tiene todo para brillar de manera independiente por sobre el boom casi insoportable que las "boy bands" han creado sobre las hormonas de las adolescentes y las cuentas de las disqueras que no paran de crecer a medida que se vende música como acompañamiento de un sinfín de productos que van más de la mano a endiosar hombres que podrían bien venderse en cajas de muñecos con etiquetas de "novios de ensueño" para generaciones de mujeres que los adorarán y compararán de manera terrorífica con sus parejas; que nunca tendrán los ojos tan verdes o el cabello tan "perfecto" como los chicos del póster, aunque éstos sí sean reales e inclusive aguanten la humillación y hasta el disco les compren... Pero no mi Harry, ¡en serio!
Recuerdo perfecto cómo este chico de entre tantos "adorados" muñecos de la industria de la música llamó mi atención empezando porque a pesar de cantar en una banda de pop, su look parecía sacado directamente del festival de Woodstock o en su defecto del hermano alternativo de Austin Powers, el carácter despistado, bonachón y evidentemente angelado junto a una tesitura de voz rasposa y especial que más me recordaba a voces setenteras que a las de las estrellas provenientes de Disney de su generación.
Cuando lo conocí en los premios Telehit no pude dejar de notar lo distinto que parecía a sus compañeros de One Direction empezando por la vibra, la sonrisa, el despiste, hasta la altura que se veía más evidente por el pelo caótico y despeinado que lo hacía ver más alto y como sacado de un cuento bizarro; simplemente es evidente el factor "estrella" con el que vienen marcadas algunas personas, ese "no sé qué que qué sé yo", y de pronto entendí el furor de las 50 mil almas que hacían rugir el Foro Sol y que literal rugieron sin control cuando al comienzo de la entrevista los saludé y Harry decidió darme un abrazo lo suficientemente largo como para que mi jefe, productor del canal y director de cámaras del evento, me suplicara por el chícharo "ya vamos con la entrevista, Nat, la entrevista ¡ya!". A lo que hice caso omiso y dejaba que me abrazara mientras mi mente se convertía en la de una adolescente de 13 años que pensaba: "córranme si quieren, total, Harry me abrazó".
Sí, soy Natalia y soy una diréctioner fuera de tiempo porque mi edad y madurez (que nunca llegó a mí) me lo deberían impedir, pero como el tema no es mi inmadurez, porque si no estaría escribiendo una enciclopedia, acepto que al escuchar por primera vez la canción como solista del señor Harry Styles, "Sign of the times", con un sonido opuesto al pop electrónico y fiestero que está de moda (ni voy a hablar del reguetón), con una melodía lenta, emotiva, instrumental, con tintes de los clásicos de sesentas y setentas, melancólica que combinaba con la imagen de la fotografía del sencillo de un Harry de espaldas en un ocaso apocalíptico y depresivo, sentí a mi fan interna ser palmeada en la espalda; me sentí la tía Nat diciendo "siempre supe que este muchachito era especial y tenía todo para lanzarse de solista".
Después me puse mi disfraz de adulto, me senté en la cabina de radio y anuncié el Show secreto de Harry Styles en México para hacer caer por días las líneas telefónicas de la estación y hacer mis redes colapsar por personas que como yo, sin certeza de qué es o a dónde irá, quieren cerciorarse de que ese brillo es real.
Columna anterior: Mente mata todo
Miércoles 15 de Enero de 2025