Más allá de sus campeonatos mundiales, anillos de Salón de la Fama o récord sin mancha, para Ricardo López el colgar los guantes en plenitud de facultades fue el "diploma más grande que Dios le permitió" y hoy, a 40 años de su debut profesional, recordó cómo fue llegar al boxeo de paga.
"Fue un debut con el pie derecho, pero sentí miedo, pero a pesar de todo me aventé. Esa confianza me hizo pensar que podía llegar muy lejos. A esta distancia de 40 años, volteo y siento como si hubiera sido ayer. Se me fue muy pronto el tiempo", declaró para Heraldo Media Group el expeleador que es uno de los 15 monarcas en toda la historia del boxeo que logró decir adiós sin que nadie manchara su marca.
"El haberme retirado, como me retiré, con una resonancia del cerebro donde quedé perfecto, no que queda más que agradecer. Es lo más grande que me ha dado Dios, porque ¿con cuánto dinero te compras un cerebro nuevo?", abundó.
Finito López no tenía el apoyo necesario; hasta que mostró su capacidad sobre el ring
Atento a la radio de sábado a sábado, junto a su padre, Ricardo conoció el boxeo desde niño, y lo eligió como camino para ganar su aprobación. Don Magdaleno sentía que su hijo no tenía esa madera de la que estaban hechos sus ídolos y al principio fue uno de sus grandes obstáculos, pero con el tiempo y los resultados, logró hacerlo cambiar de opinión.
Moldeado por Arturo Hernández, uno de los managers más talentosos del boxeo tricolor, Ricardo aprendió desde muy joven "el arte de golpear y no dejarse", y tras un corto paso por amateur, llevó esa enseñanza al profesionalismo, en donde mostró sus hechuras hasta el final de su carrera, en 2001.
¿Quiénes fueron los ídolos del "Finito" López?
Para López Nava la disciplina fue medular en los resultados que tuvo arriba del cuadrilátero, y su impulso fue alimentado por la dedicación que vio de peleadores como Gabriel Bernal, Germán Torres, Alfonso Zamora, Carlos Zárate, pero sobre todo Guadalupe Pintor, quien lo contagió cuando compartieron en el Gimnasio Lupita. Su primer campeonato llegó en 1990, y lo conquistó en grande, pues viajó a Japón para arrebatárselo a Hideyuki Ohashi con un potente nocaut en cinco episodios.
Sin embargo, la vida lo obligó a cambiar de rumbo, con la muerte en 1991 del Cuyo Hernández, encontró en el entrenador veracruzano Ignacio Beristain el lugar para seguir adelante con su carrera. "Mi carrera siempre estuvo ligada al éxito, hubo peleas duras y difíciles. Y se siente bien que a 24 años de mi retiro te recuerden y te reconozcan.
Logré cosas muy importantes en mi vida y, aunque extraño el boxeo, ahora tengo la oportunidad de vivirlo diferente", explicó el ahora comentarista de televisión. A lo largo de 51 peleas, López ganó títulos mundiales en las categorías de peso paja y minimosca, con un estilo técnico y muy educado conquistó los Salones de la Fama de Canastota, Texas, Las Vegas y Los Ángeles. Decidió colgar los guantes en el 2001 y dejó su récord en 51-0-1, con 38 nocauts.
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edg