En todos los pueblos mexicanos, la creencia popular señala que cada año las ánimas de los difuntos retornan transitoriamente al mundo de los vivos para convivir y agasajarse con las ofrendas que cada hogar les dedica.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la celebración conservó algunos elementos de las culturas prehispánicas mesoamericanas, que se unieron a las tradiciones que importaron los conquistadores españoles al Nuevo Mundo.
Esta ritualidad surgió en la época novohispana, a partir del Día de Todos los Santos, que se remonta al siglo IV, y el Día de los Fieles Difuntos, con origen en el siglo VI, que marcaba el calendario católico, instaurado en la Europa medieval. Pero el pasado prehispánico también celebraba el fin del ciclo de la vida durante el otoño, después de las cosechas, cuando se armaban ofrendas de comida y se bailaba.
El Día de Muertos mantuvo elementos de ambas culturas, tanto de la mesoamericana como de la europea. De la primera, por ejemplo, las ofrendas con elementos como la flor de cempasúchil, el maíz o el copal.
Mientras que de Europa se integraron las velas y veladoras, el incienso, las imágenes de santos, de la Virgen y la cruz, entre otras; además del concepto de dividir la llegada de las ánimas en dos días, el primero para los “muertos chiquitos”, es decir los niños, y el segundo para los adultos.
Las brujas del otro lado
Con el paso del tiempo, la fiesta dedicada a los difuntos se ha convertido en una de las importantes en México, de acuerdo con QM Estudios de Opinión, en alianza con Heraldo Media Group, el 79 por ciento de los mexicanos la prefiere por encima de cualquier otra festividad, incluido el Halloween o el Día de Brujas, de origen estadounidense y relacionado más con las historias de terror, los disfraces tétricos y niños que van de casa en casa exigiendo dulces a cambio de no ejecutar un truco, es decir, una travesura.
Lo cierto es que el Halloween también proviene de una celebración cristiana. Su origen como palabra es una versión abreviada de la frase All Hallows’ Eve (La Noche de Todos los Santos). En el medievo inglés, la fiesta se celebraba entre el último día de octubre y los primeros de noviembre, pero todas las versiones coinciden que la inmigración masiva de irlandeses y escoceses en el siglo XIX convirtió el Halloween en una celebración importante en Estados Unidos.
Más asociada a una festividad comercial, a finales del siglo XX y principios del XXI, en la Unión Americana los disfraces que tradicionalmente imitaban vampiros, brujas, fantasmas, esqueletos o demonios, fueron incluyendo también representaciones de personajes populares de la ficción.
Así que este Día de Muertos para vivir en todo su esplendor el color naranja de las flores de esta festividad que es Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, lugares como Mixquic, Pátzcuaro, San Miguel de Allende y el Zócalo de la Ciudad de México son una gran opción.
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