El secuestro de cuatro jóvenes estadounidenses el pasado 3 de marzo en Matamoros, Tamaulipas, se saldó con tres muertos, una de ellas una ciudadana mexicana que recién bajaba del transporte público y fue alcanzada por las balas.
Su nombre era Areli Pablo, tenía 33 años de edad y, de acuerdo con reportes de conocidos, trabajaba en un establecimiento dedicado a realizar fotocopias. El disparo que le quitó la vida la alcanzó en la avenida Lauro Villar, casi a cien metros de donde fueron levantados los ciudadanos norteamericanos.
De acuerdo con reportes de testigos, Areli iba bajando del transporte público cuando fue alcanzada por una bala perdida. Otros testimonios señalan que los criminales que secuestraron al grupo de estadounidenses iba disparando en contra de ellos, por lo que uno de sus proyectiles la alcanzó.
Areli Pablo era soltera y tenía una estrecha relación con la Iglesia Cristiana Pentecostés Maranatha, de la que era feligresa, y participaba con frecuencia en las actividades realizadas por su religión en favor de los jóvenes y niños.
Sus amigos y familiares la recuerdan como una mujer trabajadora y muy apegada a las labores de su iglesia, además de que gozaba de estar en la compañía de sus hermanos y sus amigos en la congregación religiosa.
Areli fue despedida por familiares y amigos, quienes se reunieron en el Parque Funeral San Joaquín de la ciudad tamaulipeca para dar sepultura a sus restos.
Tres días más tarde, el martes, los dos sobrevivientes del ataque armado y los cuerpos de los dos fallecidos serían encontrados por elementos policiacos en un rancho a las afueras de la misma ciudad.
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