El éxodo de decenas de miles de migrantes que, en busca de llegar a los Estados Unidos, pasan por el territorio nacional, es uno de los problemas más agudos que han preocupado a los gobernantes mexicanos.
Y es que, a los problemas humanitarios que reviste el hecho de ofrecer servicios adecuados a las personas que están en tránsito, se suma una recepción que no siempre es positiva en las zonas que comprenden las rutas empleadas por los migrantes.
“Somos una sociedad que tiene una cantidad enorme de migrantes, somos el primer país expulsor de migrantes y desplazados forzados, entonces debemos tener una actitud más empática con todos los problemas que esto supone”, argumenta la doctora en Estudios Latinoamericanos Margarita Vargas.
Para Vargas, existe una diferenciación visible en la forma en la que se recibe a las migraciones según su origen en distintas regiones del país, lo cual hace más complicado tener una visión global de la problemática.
“Es un problema muy complejo porque lleva a los seres humanos al límite, a los desplazados forzados y a las personas de la sociedades de acogida, que reciben forzosamente o no a estas poblaciones migrantes
“La migración es un negocio millonario por el que pagan muchísimas personas por lo más mínimo, por un vaso con agua, por protección en un trecho. Hay una vulnerabilidad muy grande de las personas que entran a ese circuito, por otra parte ya muy bien organizado”, detalla.
Un país, muchos Méxicos
A lo largo de los más de 3 mil 150 kilómetros que de forma lineal mide el país, existen infinitas realidades culturales, sociales y políticas, lo cual repercute también en la forma que reciben a los migrantes.
“El tema es bastante complejo, en realidad, la sociedad mexicana es muy diversa. No es lo mismo hablar del norte del país que hablar del centro o del sur, somos un Estado, pero somos muchos Méxicos al interior de uno, entonces hay diferencias muy marcadas”, detalla la investigadora.
Por ejemplo, señala que, durante la migración masiva de haitianos que llegó a Tijuana en 2016, estas personas fueron recibidas de buen grado en la ciudad fronteriza, hecho que contrasta con la realidad vivida del otro lado del país, en la también fronteriza Tapachula.
“La masiva demanda de servicios de los haitianos y otros migrantes, hacen que la población se queje de demora en servicios que antes solamente eran para ellos y que ahora tienen que compartir con estos desplazados forzados.
“Se quejan de una presencia permanente en instalaciones que no tienen servicios sanitarios, por ejemplo, es decir, hay una ocupación improvisada, como ocurre también en la colonia Juárez, de la Ciudad de México, donde los haitianos han tomado las calles y se establecieron en tiendas de campaña y eso provoca problemas con los residentes”, explica.
Diferentes orígenes, diferentes tratos
En 2016, una llegada masiva de migrantes originarios de Haití puso en jaque a las instancias de gobierno en Tijuana, una ciudad acostumbrada a recibir miles de migrantes cada año. Sin embargo, la gran mayoría de ellos, de acuerdo con una investigación hecha por Vargas, lograron integrarse en la sociedad local.
“Entrevistamos a migrantes y a residentes haitianos y recogimos también diversas opiniones de la sociedad tijuanense en general. En esa época, nuestra percepción fue que la migración haitiana tenía una buena aceptación entre la población, porque se les catalogaba como gente muy trabajadora, aceptaban cualquier tipo de empleo, no pedían limosna.
“Era una percepción positiva en contraste con la de los centroamericanos que, en general, era una percepción negativa y a veces muy negativa”, resalta la también docente de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán.
Para la experta, la valoración positiva de los ciudadanos de un país sobre otro podría ir más allá de su comportamiento individual, puesto que se les imponen virtudes o defectos globales que dependen de cada sujeto.
“En este caso, prefieren mirar de una manera positiva a una migración afrocaribeña, que genotípicamente es muy distinta a la mexicana, y hay un desprecio o una valoración negativa a quienes son más parecidos a los mexicanos, en este caso los centroamericanos.
“Los psicólogos por ahí podrían explicar qué es lo que pasa, si como mexicanos no nos queremos ver reflejados en los centroamericanos que son más parecidos a nosotros. Habría que recordar que México es el primer país expulsor de migrantes a nivel latinoamericano”, concluyó.